José Alberto Mojica Patiño
Redactor de EL TIEMPO
Publicado en El Tiempo el 25 de febrero del 2012.
No son simples muñecos, ni pequeñas estatuas. Son deidades de los vaishnavas (seguidores de Krishna) materializadas en figuras doradas de 70 centímetros de alto, una de un hombre y otra de una mujer; lucen coloridas vestiduras y collares de flores. Están al otro lado de un velo rojo, sobre un altar de madera dentro de un templo de piso lustroso que huele a pino recién cortado.
Por eso les dan el trato que, como deidades, se merecen: las bañan, les cambian de ropa todos los días y en las noches les ponen pijama. A la hora del almuerzo les ofrendan 21 platillos diferentes, y como si fuera poco, un hombre las custodia de día y de noche.
“Las deidades son manifestaciones de la energía interna de Dios. No es fácil explicarlo, pero tienen una manifestación espiritual”, comenta Badarik al referirse a las imágenes de Radha y Krishna Krishna y Rada.
Radha, explica, es algo así como la versión femenina de Krishna: diosa universal que representa la castidad, la bondad y la compasión. Ambos son la pareja divina. Y Krishna es el dios de los vaishnavas –aclara-, como lo es Mahoma para los musulmanes o sencillamente el padre creador de los cristianos.
Badarik, ingeniero químico de 25 años, es el encargado de las relaciones públicas de Varsana Jardines Ecológicos, el principal santuario de este credo en Colombia. Queda a una hora de Bogotá, en el municipio de Granada (Cundinamarca). Y lo que pasa con las deidades es apenas el abrebocas de lo que será el descubrimiento de un lugar insospechado, que bien podría ser un parque temático espiritual, una pequeña representación de la India o, como también se conoce, un ‘Disney’, pero al estilo Krishna.
No tiene puertas. La entrada está enmarcada por dos gruesas columnas de piedra, cubierta por un techo vivo: una maraña de violetas y ‘ojos de poeta’, estas últimas, pequeñas florecitas color naranja que realmente son maleza.
Lo primero que aparece es la escultura de madera de la Madre Cósmica, figura que representa a las siete madres de los devotos de esta religión, entre estas, la Madre Vida, la Madre Vaca, la Madre Lluvia y la Madre Tierra. Más tarde explicarán por qué la vaca es una madre.
Al lado queda el templo (donde están Radha y Krishna), inspirado en la arquitectura hindú y custodiado por gárgolas de elefantes y leones de piedra.
Badarik, quien guía el recorrido, se detiene en otro templo, esta vez en tributo al colombiano que más ha transcendido en el vaishnavismo: el maestro del Bhakti Yoga Harijan Maharaja, discípulo de Prabhupada, quien trajo esta creencia a Colombia en el año de 1975
“Su verdadero nombre era Miguel Antonio Chávez y abandonó el cuerpo en el año de 1990”, dice Badarik. Sí, para ellos nadie muere para siempre. “Creemos en la reencarnación, el alma no muere, trasciende de acuerdo al estado de conciencia corporal de vida en este plano material”, dice Badarik.
En vitrinas de vidrio reposan fotos suyas cuando era monje viajero, un radio de pilas, sus sandalias de cuero. Y sus despojos mortales descansan allí, en un sarcófago. El techo es una cúpula con un firmamento pintado de azul y chispeado de estrellas fulgurantes. Y le tienen mucha fe: creen que hace milagros.
Enseguida hay un teatro y más adelante queda el restaurante, edificación de dos pisos levantada en guadua; el techo es de paja lisa y larga. Se llama Govinda’s (el nombre de todos los restaurantes de esta comunidad). Su significado: “El que da placer a los sentidos y a las vacas”. En las paredes hay letreros como estos: “No te hagas el loco, los animales sí sufren cuando los matan”; “Si quieres a tu mascota, no te comas a otro animal”. Por eso no comen carne, y menos de res. Al igual que en la India, para los devotos de Krishna las vacas son sagradas. Madres.
Invitación a la vida sana
“No hacemos proselitismo; queremos generar conciencia sobre la no violencia contra los animales y sobre el impacto en la salud que producen la carne y la mala alimentación”.
Quien habla es Gopinath. Se llama Jorge Marín, risaraldense de 49 años, seguidor de Krishna hace 30, y su nombre espiritual traduce ‘el mejor amigo’.
“No es por montarla. El mensaje es para que no envenenen el cuerpo con tóxicos y químicos”, suelta Gopinath y cuenta que la mayoría de alimentos que allí se consumen son de su propia cosecha. Todo, obviamente, orgánico.
Gopinath se suma al recorrido por la finca, de siete hectáreas, ahora rumbo al bosque. Y cuenta que el lugar está lleno de construcciones y figuras: los pasatiempos de Krishna.
Una de estas, aún en construcción, es el Truly de las razas. Es una especie de iglú en el que plasmaron 22 rostros distintos, perfectamente tallados en piedra.
Pasamos por un templo de meditación y llegamos a otro espacio destinado al arte. Gopal es la encargada de un programa llamado ‘arte consciente’, que conjuga pintura, salud y espiritualidad. Está adornado con mandalas (pinturas) y con una escultura en madera de Danvantari, semidiós de la medicina, que ha sido invadida por la hierba. Estas, al igual que el resto de construcciones, son auténticas joyas. No en vano, el lugar fue declarado patrimonio arquitectónico de la región de Sumapaz.
Caminamos hacia un bosque que parece el escenario de un cuento de hadas; uno se pregunta en qué momento empezarán a aparecer ninfas y duendes, pero no, surge algo más fascinante: los obstáculos. Ellos los llaman así. Son figuras animales gigantescas esculpidas en piedra por el devoto y artista peruano Gouranga Radha (tardó cinco años en esa labor). Son siete en total y cada obra es un animal que simboliza un “obstáculo para el espíritu”. El demonio asno: el chisme; el carnero, el ego falso, y una serpiente con la boca abierta, de la que se desprenden dos grandes colmillos que le dan entrada a una cueva, que recrea el “veneno de los humanos”.
“Esto es como una pequeña India”. La que habla ahora es Krisnha Murti (sirviente de Krishna), una mujer dueña de una voz aflautada, que comenta que allí viven 30 personas, entre estas varias familias, algunos solteros y voluntarios (nacionales y extranjeros) que obtienen hospedaje y alimentación a cambio de trabajo.
El terreno es de la comunidad. Los alimentos los siembran allí, y los servicios públicos los pagan con lo que reciben por la venta de productos orgánicos y recientemente con una novedosa oferta de turismo espiritual. Tienen un plan en el que cualquier persona puede pasar un día en este lugar: los traen desde Bogotá, les dan clases de yoga y meditación, los guían en caminatas ecológicas y les enseñan a alimentarse sanamente, a su estilo.
“Tenemos este paraíso para vivir. No nos interesan los bienes materiales, nos interesan los del alma”, añade Krisnha Murti y puntualiza que allí todos trabajan para todos. Gratis.
Al fondo, al lado de una cabaña spa (que también se alquila), hay un manantial de agua fresca y cristalina. Badarik se trepa en una piedra y empieza a meditar. Da la impresión de que levitara.
Es mediodía y el sonido de una caracola, que viene desde el templo principal, se desplaza con el viento y llega hasta este paraje. Es hora de la oración principal. Todos corren hasta el santuario, vestidos ceremoniosamente con sus túnicas blancas, y se concentran en un culto que es una mezcla entre oración y música.
La más joven es Govinda Lila. Tiene 18 años, es de Manizales y al igual que el resto de mujeres, a quienes los hombres les profesan respeto y devoción (las llaman madres), tiene una especie de símbolo blanco en la frente, dibujado con un barro especial que traen de la India. Cursa quinto semestre de idiomas.
Cuenta que al principio sus padres no estuvieron de acuerdo con su ingreso a esta comunidad religiosa. Los ‘Hare Krishnas’, como son conocidos’ –dice–, les parecían criaturas extrañas. Pero los convenció al demostrarles que en ellos no hay nada raro: solo el deseo de vivir en comunión con la naturaleza, en un estilo de vida sano, sin vicios, desprendidos de todo lo terreno. Ella cree que los extraños son los que no pueden vivir de una manera tan sencilla.
FOTO: Abel Cárdenas.
Video sobre el paraíso de los krishnas:
Información sobre Varsana Jardines Ecológicos:
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