El verdadero héroe tras el rescate de Emmanuel Rojas
Juan Alberto Cuta fue el defensor de Familia que ordenó la
protección para el hijo de Clara Rojas.
Publicado en EL TIEMPO el 2 de febrero del 2013.
Él sentía que pasaba algo extraño, que lo vigilaban y lo
perseguían, y que lo podían matar. Y lo mataron.
Se llamaba Juan Alberto Cuta Cadena
y fue el defensor de Familia que rescató al niño que tenía en vilo a todo el
país, al Gobierno y a las Farc, y a su madre: la entonces secuestrada Clara
Rojas. Y murió sin saber que ese pequeño lleno de llagas, granos y cicatrices
en la piel, que tenía el brazo izquierdo roto, que miraba siempre hacia el piso
y que no hablaba, era Emmanuel.
Su caso, poco conocido en el país, reaparece a propósito de
la polémica suscitada por la película Operación E, que narra la historia de
Crisanto Gómez, el campesino que cuidó al niño por encargo de la guerrilla.
Esta historia, rodeada de miedo y dolor, se remonta al 2006. Según quedó
documentado en los archivos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(ICBF), Crisanto llegó al hospital de San José del Guaviare con el pequeño en
sus brazos, muy enfermo. Al comprobar su grave estado de salud, el médico de
turno alertó a la regional del ICBF. Ese es el protocolo que se debe seguir
cuando se identifica a un menor que evidencia negligencia o abandono de sus
padres o cuidadores. Fue ahí cuando Juan Alberto llegó al hospital y, al ver al
niño en esas condiciones, ordenó que ingresara al sistema de protección
infantil del Estado. Y no solo eso: lo remitió a Bogotá, donde recibió
tratamiento especializado para curar la leishmaniasis, enfermedad causada por
la picadura de un mosquito y muy común en la zona selvática colombiana, y que
brota en llagas en la cara y en todo el cuerpo. También para tratar de curar el
brazo del niño, que se afectó durante el parto. Todo eso, según el ICBF, pese a
la insistencia de Crisanto para que se lo devolvieran. El hombre, que estuvo
cuatro años en la cárcel acusado del secuestro de Emmanuel Rojas y de rebelión
-delitos que asegura que no cometió "porque siempre estuvo presionado por la
guerrilla"-, iba constantemente a reclamarlo.
Según el expediente del caso en el ICBF, Crisanto, en el
exilio con su familia debido a las amenazas contra su vida, aseguró que el niño
era su hijo y que se llamaba Juan David Gómez Tapiero. Luego empezó a cambiar
las versiones, algo que reconoció más adelante. Llegó a decir, incluso, que era
su nieto. Así que no era solo el evidente descuido del niño: se concluyó que
Crisanto no era su padre. Dos razones contundentes para no devolvérselo.
Y mientras todos se preguntaban dónde estaba Emmanuel, él
-entonces un niño de unos dos años del que solo se sabía que se llamaba
supuestamente Juan David- recibía los cuidados y el afecto de una madre
sustituta del Bienestar Familiar en Bogotá. Y su salud mejoraba notablemente. Mucho
tiempo después vendrían las investigaciones y el anuncio del gobierno de Álvaro
Uribe en el que se le informó al país que el hijo de Clara Rojas estaba sano y
salvo en un hogar del ICBF.
También llegarían las pruebas de ADN realizadas con la
familia de Rojas, en la que se comprobó que sí era su hijo, y el anhelado y
emotivo encuentro entre la madre y el niño, el 13 de enero del 2008. Tres años
atrás la habían separado de él, y el niño ya tenía cuatro.
Varios meses antes de que lo asesinaran, Juan Alberto empezó
a pedirle a su equipo de trabajo, conformado por cuatro profesionales más, que
lo acompañara en todas sus diligencias, sobre todo en lo que tenía que ver con
el caso de Juan David. "No entendíamos por qué quería que lo rodeáramos,
pues a simple vista no era necesario. Nos llamaba para todo. Cuando lo mataron,
comprendimos por qué no quería estar solo", recuerda uno de sus
compañeros.
Las cosas se complicaron cuando el defensor declaró al niño
en condición de adoptabilidad, decisión que se toma al determinar que un menor
protegido por el Estado debe tener un nuevo hogar porque en su familia no le
garantizan sus derechos. Sí, Emmanuel estaba en lista para ser entregado en
adopción.
El día de su muerte
Según el ICBF, el hombre le notificó esa decisión a
Crisanto, siguiendo los trámites de rigor. Semanas más tarde, a las 7:50 de la
mañana del 21 de septiembre del 2007, su cadáver fue encontrado en un lote
baldío en la carrera 22 con calle 20 del barrio Bello Horizonte, en San José
del Guaviare, según el certificado de defunción expedido por la Fiscalía 15
especializada de esa región del país. Lo degollaron. Una de sus compañeras
describe la macabra escena: el cuerpo ensangrentado al lado de la moto en la
que se movilizaba y la cabeza colgando apenas de un hilito de piel; a pocos
metros, el maletín en el que cargaba sus documentos más importantes, entre
estos, el caso Juan David Gómez Tapiero. Cuatro meses atrás, el defensor había
cumplido 46 años.
Un hermano suyo viajó desde Bogotá a reclamar el cuerpo y a
encargarse del funeral. Les dijo a las autoridades que Juan Alberto le había
contado que estaba amenazado de muerte, que lo estaban persiguiendo, que temía
por su vida y por su familia, y que no quiso pedir protección ni traslado.
También le contó que todo tenía que ver con el caso de un niño que no había
querido devolver a su supuesto padre. Sus compañeros de trabajo, según quedó
documentado en el Icbf, empezaron a recibir amenazas. "Les dijeron que les
podía pasar lo mismo, por no haber devuelto al niño", recuerda una alta
funcionaria del Bienestar Familiar. A uno de ellos le cogieron la casa a tiros,
dice otro documento de esa entidad. Estos trabajadores tuvieron que ser
rescatados en helicóptero, junto con sus familiares. Los reubicaron en otras
ciudades. Lo mismo pasó con la esposa del defensor asesinado y su hijo,
entonces de cuatro años, y con su exesposa y sus otros dos hijos, de 12 y 8
años. Todos los que tenían que ver con él tuvieron que huir de San José del
Guaviare.
Diego Molano Aponte, director general del ICBF, advierte que
hasta la fecha no se han conocido los resultados de la investigación del crimen
de este defensor de Familia. Pero, afirma, las evidencias y los hechos indican
claramente que lo mataron por haber declarado en protección del Estado a ese
niño que terminó siendo Emmanuel, el hijo de una secuestrada, en un momento
histórico para el país.
Esas mismas evidencias señalan directamente a las Farc,
aunque todavía no hay sentencia. Cabe aclarar que a Crisanto nunca lo
vincularon con este crimen.
Un hombre hecho a pulso
Nadie quiere dar la cara para recordar a Juan Alberto Cuta.
Aún hay mucho miedo. En su hoja de vida, en el CBF, aparece su formación
académica y laboral, que deja ver a un hombre humilde que siempre quiso
superarse. Bogotano de nacimiento, se graduó de bachiller del colegio Antonio
Nariño, en la localidad del mismo nombre, en la jornada nocturna. Estudió
Derecho en la Universidad Inca, donde trabajaba en la biblioteca para ayudarse
con sus gastos. En 1993 ganó un concurso del ICBF que buscaba defensores de
familia en el Guaviare. Y desde entonces trabajó en esa zona del país, 14 años,
de la que nunca quiso salir.
Allí se casó dos veces y tuvo tres hijos. Gracias a su
excelente desempeño, el ICBF lo apoyó para que hiciera una especialización en
Derecho de Familia en la Universidad Externado de Colombia. También fue
profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de la Amazonia. "Era
un excelente trabajador y un hombre comprometido con los derechos de los niños.
Pero ante todo, era una buena persona y un buen amigo", evoca una de sus
compañeras, que lo describe así: "Medía 1,71 de estatura, era morenito, su
contextura era gruesa, tenía una prominente barriga y se estaba quedando
calvo".
Según Molano, lo que pasó con Juan Alberto es un reflejo del
riesgo en el que vive la mayoría de los 1.115 defensores de Familia del ICBF.
"Estos hombres y mujeres arriesgan su vida y su tranquilidad por proteger
a los niños de este país", comenta. Según el despacho de gestión humana
del ICBF, es cotidiano que reciban amenazas, insultos y hasta agresiones
físicas por tomar decisiones que casi en todos los casos son impopulares o
dejan descontento a alguien: por ejemplo, quitarle la custodia a los padres o a
uno de ellos, o decidir que es mejor que el niño sea declarado en adopción
porque en su propio hogar corre peligro. "Ya estamos acostumbrados a que
nos traten mal y a que nos amenacen", cuenta una defensora.
Sin embargo, muchas veces las amenazas se concretan.
Actualmente, según esta entidad, 19 defensores han reportado amenazas contra su
vida en los últimos meses. "El trabajo de los defensores es peligroso, y
lo peor, invisible", cuenta otra defensora al explicar que estos
funcionarios viven en riesgo constante, sobre todo en zonas de conflicto armado
y donde se desarrollan programas contra el reclutamiento de niños para la
guerra. La mujer recuerda los casos más graves ocurridos en los últimos años:
la bomba en la casa de una defensora de Familia en Ocaña (Santander), de la que
salió ilesa porque no estaba allí; al funcionario de San Juan de Río Seco
(Cundinamarca) que perdió un ojo tras recibir un machetazo de un hombre al que
le notificó que había perdido la custodia de sus hijas, porque abusaba de
ellas, y a la funcionaria del Amazonas que tuvo que ser trasladada a Bogotá
porque la iban a matar y que hoy no puede tener correo electrónico ni contestar
teléfonos. Y así, a diario, los defensores de Familia arriesgan sus vidas por
defender a niños que no son suyos. Como Juan Alberto Cuta, el gran héroe y
mártir del caso Emmanuel Rojas.
'Operación E' se verá primero en Cartagena
La película 'Operación E', que cuenta la versión de Crisanto
Gómez mientras custodiaba al hijo de Clara Rojas por encargo de la guerrilla,
por fin se verá en Colombia.
Después de un espinoso litigio jurídico emprendido por
Rojas, que quería impedir que la cinta se exhibiera en el país porque vulneraba
los derechos de su hijo, se estrenará el 24 de febrero en el Festival de Cine
de Cartagena. La jueza Raquel Aya Montero consideró que la cinta no vulnera los
derechos del pequeño.
A Cartagena llegarán el español Luis Tosar (que interpreta a
Crisanto, en un papel que le valió el premio a Mejor actor en el Festival de
Biarritz) y la colombiana Martina García.
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