García-Herreros: la santidad y la sombra
El fundador de El Minuto de Dios será postulado a santo.
Algunos recuerdan su relación con Escobar.
Publicado en EL TIEMPO el 18 de febrero del 2013.
"Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó
y la noche que llega", se despedía el sacerdote Rafael García-Hererros
después de robarle 60 segundos del día a la agitada jornada de televisión
nacional para anunciar el Evangelio.
Varias generaciones de colombianos crecieron viendo a un
sacerdote cubierto con una ruana -blanca en ocasiones, café en otras- que
contrastaba de manera simpática con su atuendo de cura: camisa negra y
clergyman. García-Herreros, creador del espacio televisivo El minuto de Dios,
que se ha sostenido desde el año de 1955, y gestor de una reconocida obra
social que lleva el mismo nombre, podría ser santo de la Iglesia católica.
La Conferencia Episcopal le dio el visto bueno a la
comunidad de San Juan Eudes (a la que él pertenecía) para que inicie los
trámites en el Vaticano con el fin de que pueda ser proclamado santo.
En el barrio que él construyó en el occidente de Bogotá,
donde también queda la sede principal de la universidad que beneficia a 80.000
jóvenes de escasos recursos económicos de todo el país, tal como él lo soñó,
hay un museo en su honor.
Se destacan varios cuadros con su rostro, uno de estos del
español Antonio Roda pintado al carboncillo, en 1969; su ruana blanca y motosa
sobre un maniquí sin cabeza, el atril de madera color celeste donde todas las
noches presentaba su programa, la cama bajita y delgada donde falleció el 24 de
noviembre del 1992, a sus 84 años, sus chancletas de plástico y un óleo de san
Juan Eudes que él mismo pintó.
A pocos metros hay una foto de la actriz francesa Brigitte
Bardot, a quien él invitó a participar en su tradicional Banquete del Millón,
una de sus tantas iniciativas sociales con las que recolectaba dinero para los
más pobres, y que aún existe.
Tiene una leyenda que recuerda que la diva no pudo venir
debido a inconvenientes en su agenda, después de aceptar, y que las señoras de
sociedad le recriminaron al padre por convidar a tan refinado evento a una
mujer que incitaba al pecado.
Más adelante, en un cajón de vidrio, aparecen los recortes
de prensa que dan muestra de uno de los episodios más polémicos de la vida de
este candidato a santo: su relación con Pablo Escobar.
El padre Diego Jaramillo fue el llamado a asumir sus
riendas. Fue su alumno y discípulo, y lo acompañó hasta el fin de sus días. Por
eso lo reemplazó como presentador de El minuto de Dios, al igual que en la
presidencia de su corporación social.
De él exalta el carácter recio de nortesantandereano típico
(nació en Cúcuta), una tenacidad a prueba de todo que le permitía lograr lo que
se quería y el amor desbordado hacia Cristo y hacia los más necesitados.
"Amaba a Dios y al prójimo: él quería que aquí no
hubiera pobres. Trabajó con los indígenas y con los campesinos. Sabía que no
podía cambiar el país pero que podía ir cambiando algunas cosas, y así lo
hizo", dice Jaramillo, quien considera que el puesto en los altares ya se
lo tiene ganado por haber sido, según él, un santo en vida.
Por eso le parece injusto que ahora, cuando se anuncie el
inicio del proceso de beatificación -que puede tardar varias décadas e incluso
siglos- aparezcan voces que señalen a su maestro como amigo y benefactor del
capo antioqueño.
"Él creía que, como todo ser humano, pese a su maldad,
tenía una semilla de bondad que podía rescatar", afirma Jaramillo, y
explica que el padre buscaba tres cosas al acercarse a Escobar: frenar la ola
de violencia que desangraba al país, convertirlo en un hombre bueno y creyente,
y que destinara su fortuna para su obra social.
Recuerda que, en su programa, se refería a él como 'don
Pablo' y que le hablaba palabras cálidas, precisamente para convencerlo de que
se entregara. En 1991 García-Herreros logró que el temido capo fuera encerrado
en La Catedral; después vendría la fuga, a lo que él reaccionó diciendo que
"ese chicharrón no me lo esperaba".
Jaramillo admite que el 'telepadre', como era conocido,
recibió una finca de Escobar. Se llamaba El Corazón y quedaba en Medellín.
"Creo que fue una equivocación, se lo advertimos. Y él
contestó: 'ya la acepté y será para los pobres'".
Dos años después, ya fallecido García-Herreros y Escobar, le
apareció dueño a la propiedad y tuvieron que regresar el dinero.
"Esa finca solo trajo dolores de cabeza", sigue el
padre, quien asegura, mirando al cielo y apuntando con el índice derecho, que
eso fue lo único que recibió de Pablo Escobar. Sin embargo, recuerda que en su
momento García-Herreros le reclamó al Gobierno los 150 millones de pesos que
ofrecía de recompensa a quien diera información sobre el paradero del
narcotraficante. Y no se la dieron -evoca-, porque ese botín era únicamente
para quien lo delatara.
"Nadie puede demostrar que por aquí han pasado dineros
mal habidos", enfatiza Jaramillo, y recuerda que gracias a esa 'supuesta'
amistad logró que Escobar liberara a los periodistas Francisco Santos y Maruja
Pachón.
"Si no fuera por el padre García-Herreros, no estaría
vivo", comenta el exvicepresidente de la República Francisco Santos, quien
califica de injusto que quieran enlodar el nombre del religioso al vincularlo
con Escobar.
Él considera que, al acercarse al delincuente, hacía lo de
todo buen pastor que buscar recuperar a una oveja descarriada.
"Nunca justificó el delito, ni el crimen, ni la droga.
Aunque me parece una infamia que digan eso, era de esperarse en un país donde
unos tiran la piedra y esconden la mano", suelta Santos, quien se declara
desde ya como un soldado de la beatificación. "Si García-Herreros no es un
santo, ¿quién lo puede ser?", se pregunta.
No todos lo veneran
Hay quienes no le prenderían una vela a García-Herreros,
como el general en retiro Miguel Maza Márquez.
Él, a quien Pablo Escobar le hizo un atentado que cobró la
vida de cerca de 70 personas y del que salió ileso, opina que habría que hacer
una encuesta para determinar si Colombia quiere un santo como él.
"No me pareció el proceder de un pastor de la Iglesia,
que es el de orientar a la sociedad; Pablo Escobar, en su escondite, siempre lo
utilizó como un mediador", opina, y recuerda que, en uno de sus programas,
se salió de la sotana y lo llamó 'pendejo' porque -afirma- era un promotor de
la extradición.
El padre Bernardo Vergara también pertenece al redil de
García-Herreros. Dirige la Fundación Eudes, que su mentor se ingenió para
ayudar a los niños enfermos de VIH-Sida, y es el superior provincial de la
comunidad eudista en Colombia.
"Claro que fue un santo; si no, mire todo lo que
hizo". Se refiere a las más de 80.000 viviendas de interés social que ha
entregado el Minuto de Dios (y que sigue entregando semanalmente); a la
universidad, que brinda educación de alta calidad a jóvenes de estratos bajos y
a otros programas, como los de la fundación que preside.
"Colombia merece un santo que sea un ejemplo de vida
para estas y para las nuevas generaciones", comenta Vergara, quien
recuerda que, en su programa, el padre García-Herreros era la conciencia de la
ciudadanía.
"Le dolía la realidad. Hablaba sin tapujos sobre la
corrupción, el narcotráfico y la guerrilla", recuerda.
La francesa Dominique Garelli y García-Herreros se
conocieron en un tren, en España. Ella hablaba sobre toros con otro pasajero, y
el padre la abordó sorprendido al ver que, una jovencita de 17 años, hablaba
con tanta fascinación sobre ese particular.
Él le preguntó qué sabía sobre Dios; "nada": le
contestó ella. Y así comenzó una amistad que la llevó a venirse para Colombia,
donde se convirtió en auxiliar del sacerdote.
"Mi padre había muerto, estaba muy sola y desorientada
hasta que Rafael me acogió como una verdadera hija y me enseñó que Dios existe
de verdad", cuenta la mujer, que lleva más de 40 años viviendo en el país
y que hoy colabora con una parroquia bogotana. "Era un hombre al que le
ardía el alma por Cristo y por los más necesitados. Solo un santo puede ser
así".
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