El joven colombiano que, según Forbes, puede cambiar el mundo

La revista reconoció a Juan David Aristizábal como uno de los 30 líderes mundiales menores de 30 años que están cambiando la humanidad con sus inciativas sociales.




José Alberto Mojica
Redactor de EL TIEMPO
Publicado en EL TIEMPO el  10 de agosto del 2013.

Y la historia de la película se volvió realidad. Juan David Aristizábal tenía 13 años cuando en su natal Pereira vio un filme con un mensaje tan poderoso que le cambiaría la vida: Cadena de favores (Pay It Forward, en inglés). La cinta cuenta la historia de un profesor de colegio que les pide a sus alumnos que inventen métodos para cambiar el mundo. A uno de ellos se le ocurre la idea de ayudar a tres personas en algo que, por su cuenta, no podían lograr. En lugar de pedir una cosa a cambio a los beneficiarios del favor, el niño les recomienda que ayuden a otras tres personas, y que estas, a su vez, hagan lo mismo con tres más. Así, miles de personas reciben un regalo inesperado.
Aristizábal creció. Tiene 24 años –recién cumplidos– y es el gestor de su propia cadena de favores, con la que puede ayudar a cambiar el mundo. Sí, cambiar el mundo. Pero no lo dice él, lo afirma la revista estadounidense Forbes, que en enero escogió a los 30 jóvenes menores de 30 años que pueden cambiar el mundo gracias a su desempeño en distintas áreas. La publicación conoció la obra del pereirano a través de Ashoka, un exclusivo club mundial de emprendedores sociales al que pertenece Buena Nota, la plataforma de la que es cofundador. Él y una peruano-italiana fueron los únicos latinoamericanos en el escalafón.
Pero no ha sido su único reconocimiento reciente. Buena Nota recibió hace poco el MTV Millennial Awards, en la categoría Piensa en Grande, que resalta el trabajo de emprendedores que estén impactando a sus comunidades con ideas y soluciones inteligentes.
“No creo en eso de que las golondrinas pueden llamar la lluvia, ni en caudillismos; creo en el poder del trabajo en equipo”, afirma Aristizábal con un marcado acento paisa, en su oficina del Colegio de Estudios Superiores de Administración de Bogotá, institución de la que se graduó como administrador de empresas y donde hoy trabaja como profesor y director del departamento de Emprendimientos.
Fue allí donde en el 2006 –junto a su amigo y compañero Juan Manuel Restrepo– echó a rodar la fundación Buena Nota, que le ha permitido poner en práctica la máxima con la que lo crió su familia: ‘Hay que sembrar para cosechar y hay que ayudar a los demás’.
No se cree el cuento de que es un niño genio. Siempre habla de su equipo e insiste en destacar la labor de Restrepo, su principal escudero. Aclara también que no ha sido un niño rico ni lleno de comodidades. Solo es –dice– el hermano de una hermana, Ana, y el hijo de un ingeniero electrónico y de una artista plástica que le inculcaron los valores de la educación, el trabajo, la constancia, las buenas costumbres y el servicio social.
“Es una persona muy humilde, no le gusta mostrarse ni figurar. No habla del yo, sino de nosotros”, asegura Luis Felipe Giraldo, director de Libro por libro, una idea que se convirtió en una próspera fundación que les lleva libros a niños de zonas rurales del país, gracias al apoyo de Buena Nota.
“Uno de nuestros mayores logros –cuenta Giraldo– es haber conseguido 25.000 libros a través de la cadena española TelePizza, que creyó en esta iniciativa y les pidió a sus clientes que al recibir un domicilio donaran un libro”. Los textos fueron importados gracias a la gestión de Aristizábal y se distribuyeron en 23 comunidades del país.
“Juan David tiene la capacidad de despertar en las personas lo que llamamos la chispita del emprendimiento, de moverse, de sacudirse –agrega Giraldo–. Todos tenemos una misión por la que vinimos al mundo y él tiene el don de inspirar a las personas para que descubran esa misión”.
Libro por libro es solo un ejemplo de la labor de Buena Nota, pero hay muchos otros. La fundación ha ayudado a incubar e impulsar 16 proyectos de emprendedores sociales en todo el país; les ha dado la mano a otros 60 que ya habían nacido, pero que carecían de respaldo y organización, y ha reclutado a más de 500 voluntarios (altamente calificados) que han donado más de 65.000 horas de su tiempo y conocimiento para darles una mano a todos ellos.
Al ciclomontañista bogotano Pablo Mazuera, por ejemplo, Buena Nota le brindó asesoría legal para montar una fundación que apoya a jóvenes ciclistas de bajos recursos y que ha logrado llevar a 7 de ellos a competencias internacionales y a luchar por un cupo en los Juegos Olímpicos de la Juventud del 2014. También a la periodista independiente María Mercedes Acosta le ayudó a hacer sostenible un portal periodístico sobre diversidad sexual y de género llamado Sentiido.
“Nos ha contagiado con su solidaridad y su interés por compartir el conocimiento –destaca Acosta–. Nos puso a pensar como empresarios, algo de lo que poco o nada sabíamos”.

Aprendió a pedir ayuda
El activismo social de Aristizábal empezó muy temprano, a los 13 años. Entonces, aprovechó un trabajo del colegio para pedirles a sus amigos que hicieran algo por la gente: ayudar a los indigentes del centro de Pereira con comida, ropa o donaciones en efectivo. Luego involucró a su familia, a los vecinos, a las emisoras locales, y así nació Jóvenes Informando Proyectos.
En los medios locales empezó a volverse famoso ese muchachito que pedía una mano amiga para los habitantes de la calle, y que logró que parte de la sociedad pereirana se volcara a apoyar a una fundación de monjas; el único soporte que tenían los ‘sin techo’. Desde entonces –dice– aprendió que un buen líder es el que sabe pedir ayuda.
Hoy, Aristizábal parece un universitario, aún con visos de aquel adolescente. Es soltero y dueño de una buena estampa: alto, delgado, ojos verdes y sonrisa de comercial de dentífrico. Tiene el pelo extrañamente cano. Extrañamente porque el pasado 12 de julio cumplió 24 años. Sonríe todo el tiempo, pero habla con la vehemencia de un académico o un científico social, con un dejo de conferencista motivador.
Cree en los sueños, pero más que un soñador es un hombre disciplinado, un visionario al que le gusta ejecutar y ver resultados. “Los sueños sin acción son desilusión”, sentencia. Pero además de la disciplina, cree en el poder transformador de la educación, “una educación que solo tiene sentido si está al servicio de la humanidad”.
“En este país hay gente muy educada. Mire todos esos políticos corruptos; muchos han estado en las mejores universidades, pero no han usado lo que saben para el bienestar de los demás”, se queja. Por eso considera que así como el Gobierno está regalando 100.000 viviendas para la gente pobre, debería regalar también 100.000 becas para que el mismo número de jóvenes sin recursos puedan recibir educación de calidad. O 100.000 subsidios para emprendimientos sociales.
No sueña con cambiar el mundo, pero se suscribe en una frase de la filósofa estadounidense Margaret Mead: “No dudes jamás de que un pequeño grupo de ciudadanos clarividentes y comprometidos puede cambiar el mundo”.
Luis Aristizábal es el orgulloso padre de Juan David. Orgulloso de su coherencia entre el pensar, el hablar y el actuar. Y de la humildad, como su principal virtud. Lo único que le recalca es que tenga cuidado con el exceso de confianza: “Pese al conocimiento y a la experiencia, uno nunca debe pensar que se las sabe todas”, le advierte.
¿Y qué piensa de la política un joven que critica que en el país no haya líderes inspiradores y honestos, con vocación de servicio? ¿Le interesaría participar? “Solo quiero ser útil –concluye tajante el pereirano –. Aún estoy muy chiquito para pensar en eso”.


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