Los ateos se quitan la cruz de encima



Aunque recientes encuestas han determinado que Colombia sigue siendo un país creyente, hay un despertar intelectual que busca cuestionar los asuntos de fe. Muestra de ello es el libro ‘Manual de ateología”.


JOSÉ ALBERTO MOJICA P.
REDACCIÓN VIDA DE HOY

Publicado en El Tiempo el 24 de mayo de 2009.

Aprovechando que en estas épocas no los pueden condenar a la hoguera o a la horca, 16 personalidades del país decidieron confesar por qué no creen en Dios. Lo hicieron en un libro de una celestial pasta azul, titulado Manual de Ateología.
Con la publicación, de la editorial Tierra Firme, no pretenden crear una nueva religión ni promover el ateísmo.
“Lo único que se busca es estremecer la fe de muchos colombianos, apelar a la racionalidad de esa inmensa mayoría católica y religiosa del país”, sostiene el abogado y politólogo José Manuel Acevedo, editor del libro, que ha encendido el debate sobre el ateísmo y el agnosticismo como una tendencia que aparentemente empieza a despertar en Colombia, o al menos, a destaparse.
En muchas cosas cree firmemente el ex magistrado Carlos Gaviria, quien hizo parte de esta recopilación: en la razón y el pensamiento, y en que la decencia debe ser un mandato tanto para los creyentes como para los no creyentes.
Sin embargo, no cree que su vida deba regirse por preceptos meramente divinos. Gaviria se confiesa agnóstico, que es muy diferente –aclara él- a ser ateo.
Los agnósticos son aquellos que, ante la imposibilidad de demostrar la existencia o la inexistencia de Dios, solo aceptan el conocimiento. Y los ateos niegan tajantemente la existencia de Dios. No obstante, ambas corrientes van de la mano, pues cuestionan el fervor hacia un ser supremo.
El dirigente político tampoco cree en aquellos que se rasgan las vestiduras en nombre de la Iglesia Católica. “Colombia es un país católico porque casi todos los colombianos han sido bautizados, pero solo un grupo selecto de personas vive el cristianismo de una manera conciente”, advierte Gaviria.
Y añade que si este realmente fuera un país cristiano, “no ocurrirían las cosas tan espantosas que ocurren”.
De Colombia se ha dicho históricamente que es un país de mayoría católica, y hasta la Constitución de 1991 el catolicismo era la religión oficial. Desde ahí se estableció que el Estado sería laico.
En la reciente Semana Santa el cardenal Pedro Rubiano reafirmó públicamente esa premisa al asegurar que las multitudinarias manifestaciones de fe en todo el país son una muestra de que la fe católica se sigue imponiendo.
En una encuesta publicada a finales del año pasado por la Universidad San Buenaventura con 1.800 personas, en Bogotá, el 92 por ciento de los consultados se declaró creyente. Y solo un 3,2 por ciento dijo ser ateo, mientras que el 3,8 por ciento manifestó ser agnóstico. De cada 10, ocho respondieron que eran católicos.
Isabel Corpas, doctora en teología y directora de la Maestría en Estudios del Hecho Religioso en la misma universidad, afirma que esos resultados son una muestra de que sí hay una población mayoritaria que cree en Dios y que los no creyentes son realmente pocos.
Corpas, católica de convicción, cree que los relatos del libro en mención son totalmente respetables desde el punto de vista intelectual, pero estima que las razones con las que muchos argumentan no creer en Dios, son cuestionables.
“Algunos no creen desde la ciencia (las teorías de la evolución, por ejemplo), o por el testimonio de vida de algunos sacerdotes. Es muy distinto no creer en los curas que no creer en Dios”, dice Corpas.
Otra encuesta hecha con 700 personas por Datexco y contratada por la revista Cambio, en noviembre del año anterior, tuvo resultados similares: el 96,6 por ciento admitió sí creer en Dios, frente a un 3,3 por ciento que expresó lo contrario. Sin embargo, no existe un estudio que, de manera global, haya medido a Colombia en asuntos de fe.
Monseñor Fabián Marulanda, secretario de la Conferencia Episcopal, admite que ese “noventa y tanto” de población católica del que siempre se ha hablado, ha diezmado en los últimos años gracias al pluralismo de cultos. Pero aclara que a la Iglesia no le interesa la cantidad de los fieles, sino la calidad de estos y su compromiso.

¿Creer o no creer?
“El ateísmo honesto no es un asunto de moda, o de rebeldía, o de ignorancia; es el fruto de una decisión vital que requiere también de profundos procesos de madurez y de autorreflexión”, sostiene el teólogo Fabián Salazar, coordinador del Centro de Estudios Teológicos y de las Religiones de la Universidad del Rosario.
Según él, es más valioso un ateo coherente que un creyente mediocre. “Estos últimos le hacen el verdadero daño a la religión”.
Para el sacerdote jesuita Carlos Novoa, doctor en teología y docente de la Universidad Javeriana, el problema es que los ateos, estrictamente hablando, “no existen porque todos tenemos fe en algo”.
“Héctor Abbad cree en el amor y la vida; Florence Thomas cree en la superación de las discriminaciones; Daniel Samper Ospina cree en un mundo sin politiquería y sin exclusiones. Esos son sus dioses”, exclama el sacerdote al referirse a algunos de los autores del libro.
Sin embargo, según él, todos ellos están en su derecho a no creer en el dios cristiano o en Jesucristo, pero aclara que solo por esa postura no pueden considerarse ateos.
Más que ateo, Fabián Sanabria, director del Grupo de estudios de las subjetividades y
creencias contemporáneas de la Universidad Nacional y decano de la facultad de
ciencias humanas de la misma institución, se declara agnóstico.
Manifiesta no estar seguro de la existencia de ese Dios con mayúscula, único o
monoteísta, e incluso castigador que han promovido las grandes religiones.
Sanabria no cree que el ateísmo se esté convirtiendo en una tendencia, pero sí afirma
que las conductas religiosas de los colombianos están cambiando: de una religión
institucional a una religión más experimental. Sobre todo en la gente joven.
“Hoy en día no se puede creer en la imagen del viejito chuchumeco detrás de las nubes, del
espíritu santo como una palomita o en el Cristo llevado, como el Señor Caído de Monserrate”,
comenta Sanabria al asegurar que sí hay un despertar religioso que invita a madurar la fe.

El auge del ateísmo
En el mundo hay un auge sobre el ateísmo. Autores como Richard Dawkins (El espejismo de Dios) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno)han vendido millones de libros con sus testimonios.
Hay varias confederaciones internacionales de ateos, y en Europa, desde Londres hasta Barcelona, centenares de buses recorren las calles con el siguiente mensaje: “Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida”.
En Colombia no hay movimientos similares. Solo se conoce la existencia de un grupo de intelectuales antioqueños que se congregaron en un grupo: Escépticos Colombia, que promueve un pensamiento crítico y científico. No se declaran ateos radicales.
“Nos centramos en las pseudociencias y las afirmaciones irracionales que surjan en el territorio colombiano principalmente”, sostiene Hernán Toro, uno de sus miembros.
Él cree que el porcentaje de ateos puede ser bajo “en el país del Sagrado Corazón de Jesús”, sobre todo porque esta postura resulta políticamente incorrecta. Pero sí estima que hay un despertar intelectual al respecto.
“Buena parte de políticos no aceptan su ateísmo o su agnosticismo porque son concientes del caudal de votos que le arrebataría semejante confesión en un país tan tradicionalista y religioso como el nuestro”, concluye Toro.

CONFESIONES DE 16 ATEOS

Carlos Gaviria Díaz, ex magistrado.
“La gente se llama católica o cristiana pero no organiza su vida de acuerdo con los valores cristianos. Si lo hicieran, este país sería mucho mejor. Acá no se reflexiona sobre Dios, y si se reflexiona, se hace de una manera muy poco lúcida y muy poco racional. Toda persona que ha tenido acceso a la educación deber reflexionar sobre su relación con Dios y aclarar cómo debe comportarse con él y con los mortales”.

Héctor Abad Faciolince
“La religión, quizá, desde la antigüedad, mitigó en algunos malévolos su maldad, por miedo al castigo de una potencia sobrenatural. La religión les dio a los justos la esperanza de que en el más allá los malos serían castigados y los buenos premiados, cosa que raramente ocurre en este valle de lágrimas. Hoy en día vivo mi ateísmo con serenidad –me atrevo a decir- de beato. Dios ya no es un problema para mí”.

Humberto de La Calle, ex ministro
“En realidad no tengo problema con Dios. Y creo que, si existe, tampoco Él los tenga conmigo. O al menos debo creer que carecería de tiempo para ocuparse de mis asuntos, en vista de las colosales ocupaciones que le exigimos los humanos. (…)Los humanos carecemos de instrumentos racionales para afirmar de manera tangible la existencia de Dios. Pero tampoco hay prueba empírica de lo contrario”.

Florence Thomas, sicóloga, escritora y columnista
“¿Cómo podría creer en Dios si el monoteísmo –sea judío, cristiano o islámico- odió, temió, satanizó y difamó a las mujeres? Ejemplos, son miles. (…) Y qué decir de la satanización de Eva, esta mujer pecadora, trasgresora, desobediente y culpable de todos los males de la humanidad por haber tenido la formidable osadía de morder el fruto del árbol del saber, pecado que desde hace siglos seguimos pagando”.

Daniel Samper Ospina, director de la revista Soho.
“Aprendí a andar por el mundo sin una religión que me ayude a encontrar consuelo cuando alguien cercano se muere, o a darle sentido a este irse agotando día tras día hasta que un día a uno lo aplaste la vejez, o un cáncer, o un carro. Llevó bastantes años en los que me he librado de muchos dolores que deben padecer los practicantes: si acusan a un sacerdote de abusar de los niños, no siento que un líder me traicione”.

Gustavo Álvarez Gardeazabal, escritor y periodista.
Durante toda mi infancia y mi adolescencia me enseñaron que Dios era el responsable de lo que pasaba a mi alrededor, de lo que me sucedía a mí y a mis seres queridos. Todo había que ponerlo bajo la tutela de ese ser incorpóreo, desconocido e inasible. Repetir hasta la saciedad y antes de todo acto la frase condicionante “Si Dios quiere”, concretaba el poder absoluto que sobre nuestras vidas ofrecía ese Dios.

Carlos Dáguer, subeditor general de la revista Cambio

“Por un instante, los devotos deberían abandonar sus miedos y preguntarse si no es delirante que unos tipos dotados con nuestras mismas facultades determinen la esencia de los querubines o la arquitectura del más allá, y nos hagan creer que las ideas de un pueblo primitivo, retrasado y jodido son mejores que las que tenemos hoy”.

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