Tras las huellas de los huérfanos de la guerra en Colombia

El ICBF está buscando a los niños que perdieron a sus padres, o a uno de ellos, en el conflicto armado. El plan piloto se realiza en tres municipios de Antioquia.
Publicado en EL TIEMPO el 24 de febrero del 2013.

José Alberto Mojica Patiño
Enviado especial de EL TIEMPO
Oriente antioqueño.
La niña es muy juiciosa y se enorgullece de serlo.
"Mi papá me decía que por eso le salvé la vida. Yo era muy chiquita, tenía 18
meses cuando llegaron unos señores a matar a mis papás. Mi papá me contaba que
me cargó y que nos escondimos en un hueco, y que me pedía que no llorara, que
fuera juiciosa", dice llevándose el índice derecho a la boca en señal de
silencio. No lloró.
"Pero a mi mamá sí la alcanzaron y la mataron", sigue ella, hoy de 11 años,
quien quedó al cuidado del padre, que se consiguió otra mujer y cinco años más
tarde le dijo adiós a esta vida colgándose de la viga de un techo. Nunca le
han dicho por qué. Así que la madrastra -como las madrastras malvadas de los
cuentos, dice la pequeña- le pegaba y la trataba muy mal. Lloraba mucho. "Me
sentía como la Cenicienta".
Hace tres años, la niña, de sonrisa fácil, pelo largo y lacio, se fue a vivir
con una tía y un primo que le dan mucho amor. "Soy muy feliz", cuenta. Desde
hace dos meses fue identificada por el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar (ICBF) como una huérfana del conflicto armado en Granada (oriente
antioqueño), una tierra de gente buena y emprendedora que ha sufrido
cruelmente los embates de la guerra.
Solo allí, el ICBF ha encontrado a 128 menores de edad en las mismas
condiciones; otros 109 en el municipio vecino de San Carlos y 135 más en San
Francisco: 372 niños que perdieron a uno de sus papás, o a ambos, y que
quedaron bajo el cuidado del padre que sobrevivió, de los abuelos, tíos,
padrinos, vecinos o hermanos mayores.
Diego Molano, director general del ICBF, explica que ellos hacen parte de un
proyecto piloto que busca, por primera vez en el país, reconocer a estos niños
huérfanos como víctimas del conflicto armado y repararlos de manera integral.
Eso incluye desde la vinculación a los servicios de salud y educación, si no
los tienen, pasando por planes de recuperación nutricional y acompañamiento
psicológico, hasta indemnizaciones económicas y la restitución de las tierras
que pertenecían a sus padres, dependiendo de cada caso.
Siempre se ha hablado de estos niños como víctimas directas de la violencia
(secuestro, homicidio o desplazamiento forzado), pero nunca como huérfanos,
agrega Molano.
El funcionario señala que esta iniciativa se integra a la ley 1448 de
víctimas, del 2011, que contempla un capítulo dedicado a los menores de edad
afectados por la guerra y que está en la primera etapa de implementación. La
búsqueda se hará en todo el país.
"Estos niños no estaban en las cuentas de nadie. El país tiene que saber lo
que les pasó", afirma Molano, quien considera que, más allá del "cheque" que
gran parte de estos niños va a recibir por concepto de indemnizaciones (dinero
del que solo podrán disponer cuando sean mayores de edad para su educación o
vivienda), esta iniciativa busca reconstruir la memoria histórica del
conflicto armado colombiano desde las víctimas infantiles.
Y toda esa reparación -añade- pretende ayudarles a edificar un proyecto de
vida.
En Granada, según cuentas oficiales, mataron a 1.276 personas entre finales de
la década de los 90 y el año 2003, cuando la disputa entre guerrilla y
paramilitares comenzó a menguar. Se calcula que el 10 por ciento de esas
víctimas fueron niños y adolescentes.
Aquí se respira vitalidad. Hay mucho movimiento y mucha gente, pese a que más
de la mitad de la población huyó espantada por esa ola de muerte y sangre. De
acuerdo con la administración municipal, de los 20.000 habitantes que había en
el 2000 se pasó a unos 9.800.
Es un pueblo de calles que parecen laberintos y cuyo centro tuvo que ser
reconstruido después de que las Farc activaron un carrobomba, el 6 de
diciembre del 2000, con más de 400 kilos de explosivos. El resultado: 15
civiles y seis policías asesinados, y tres cuadras a la redonda destruidas. La
toma duró 18 horas. Un mes y tres días atrás, el 'Bloque Metro' de las
autodefensas había asesinado a 17 civiles. "Aquí era el que más muertos
pusiera. Si ustedes matan, nosotros también matamos. Ese era el mensaje entre
los dos bandos", comenta una líder comunitaria.
"Fue una época de terror. Cada día asesinaban a tres o cuatro personas",
recuerda la psicóloga Gloria Aristizábal, quien al ver a tanta viuda -la
mayoría de víctimas fueron hombres- y tanto huérfano decidió montar una
fundación para ayudarles a curar las heridas que les dejó la violencia en el
alma.
Al comienzo era un garaje y hoy es una casa de dos plantas que atiende, cada
año, a 140 niños y adolescentes. Se llama Casa del Niño y la Niña San
Francisco de Asís.
Eran niños agresivos -recuerda Gloria-, resentidos y tristes, que rechazaban
los abrazos o las palabras cariñosas. "Su sed de venganza era aterradora.
Decían que solo querían crecer para darle 'chumbimba' al que mató al papá o a
la mamá", comenta la mujer que, junto con varias amigas que la apoyan en la
fundación de manera voluntaria, ha logrado disminuir los niveles de odio de
estos niños. La estrategia: arte, deporte, espiritualidad y actividades
recreativas.
"Por acá han pasado casos terribles. Recuerdo una niña que vio cómo mataron al
papá y que no volvió a hablar. Pero hemos logrado sanar muchos corazones”.
Claudia Milena Giraldo, secretaria de Gobierno de Granada, considera que los
huérfanos de la guerra en este pueblo pueden ser muchos más de los 128 que ha
identificado el ICBF.
"Si hubo más de 1.200 muertos, y de esos muchos eran padres, haga cuentas",
reflexiona y reconoce que este problema se le salió de las manos al municipio,
y que el buen trabajo de la fundación no ha sido suficiente.
Según la funcionaria, gran parte de esos niños huérfanos hoy son adolescentes
que viven un serio drama social. "No han elaborado el duelo y eso lo expresan
en su mal comportamiento, en el consumo de drogas o alcohol o están
desescolarizados".
Además -analiza- no tienen un proyecto de vida claro ni un buen nivel de
autoestima, lo que los convierte en candidatos para ser reclutados por los
grupos armados ilegales. Por eso ve con buenos ojos este proyecto del ICBF,
que también se desarrolla en Casanare, donde 31 niños recibirán las tierras
que eran de sus padres asesinados o desaparecidos, y en Nariño, donde hasta
ahora se está haciendo el estudio de campo.
Romper las cadenas
Ella ya no quiere vengarse de la gente que mató a su papá. "¿Para qué?", dice.
Ya se graduó del colegio y ahora hace vueltas para ingresar a la universidad.
No se decide entre medicina y música. Y aunque ya no siente odio por quienes
le arrebataron a su padre, lamenta haber crecido sin esa figura, sin sus
cuidados y afecto.
"Cuando mataron a mi papá, mi mamá estaba embarazada y me tenía a mí y a mi
hermana", relata la joven, de 17 años, quien cree que su vida no hubiera sido tan
dura y con tantas necesidades si su papá estuviera vivo.
"Éramos amas de casa, señoras acostumbradas a que el esposo mantuviera el
hogar", interviene la madre al explicar que ella, y muchas mujeres de Granada,
tuvieron que enterrar al marido y ponerse a trabajar en lo que fuera para
darles de comer a sus hijos.
En Granada hay un museo que recuerda la infamia. Se llama El Salón del Nunca
Más y su directora es Gloria Elsy Ramírez, quien también es la representante
legal de la Asociación de Víctimas Asovida.
La idea del museo -cuenta- les surgió a los familiares de los muertos o
desaparecidos que quisieron rendirles un homenaje para exaltar su memoria y
rechazar la violencia. Ella es desplazada y perdió a un primo y a un tío. Aquí
todos tienen a un familiar, pariente o amigo en esa lista de horror.
El Salón del Nunca Más tiene un mural con 360 fotos de personas asesinadas o
desaparecidas, de las que nunca se tuvo razón. Entre estas, varios niños: tres
que cayeron tras la explosión de un bulto de naranjas cargado de explosivos,
otro al que le cayó la pared de una casabomba y dos hermanitas de 12 y 13 años
que desaparecieron.
Hay un cofre de vidrio rectangular relleno de tierra que simula una fosa común
y en el que se refleja, intencionalmente, la imagen del visitante. Más
adelante se destaca un escaparate repleto de diarios que tienen como portada
el rostro del difunto o desaparecido. Unos están vacíos y otros, llenos de
escritos realizados por sus dolientes.
Uno que dice: "Stella, te recuerdo mucho y me dio mucho pesar lo que pasó,
pues la niña se aburrió donde su hermana y se fue para Medellín. Espero que
intercedas, pues no volví a saber de tu hija".
Los huérfanos de Granada encuentran en este lugar un refugio, y se desahogan
escribiendo en los diarios. Y los foráneos pueden percibir el inmenso dolor
que ha dejado el conflicto en este pueblo. La gente sale con el alma arrugada.
Tiene 11 años y le desaparecieron a su papá cuando tenía cinco.
Sus ojos azules transmiten una mirada triste. Y aunque su mamá ya le contó que un guerrillero confesó haberlo asesinado, ella no pierde la esperanza de que algún día aparezca.
En el diario de su padre, en cuyo lomo de cuero aparece sonriendo en una foto
borrosa, le escribió una primera carta en la que le cuenta que aprendió a leer
y a escribir, cuando tenía seis años. Hoy, a los 11, le escribe: "Estaba muy
chiquita cuando te desaparecieron. Eres el papá más lindo. Me mimabas. Cada
día pienso que apareces y que soy muy feliz. Ya pienso en mi fiesta de 15 años
y espero que aparezcas para que vuelva la felicidad a mi vida".


García-Herreros: la santidad y la sombra

El fundador de El Minuto de Dios será postulado a santo. Algunos recuerdan su relación con Escobar.
Publicado en EL TIEMPO el 18 de febrero del 2013.

"Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega", se despedía el sacerdote Rafael García-Hererros después de robarle 60 segundos del día a la agitada jornada de televisión nacional para anunciar el Evangelio.
Varias generaciones de colombianos crecieron viendo a un sacerdote cubierto con una ruana -blanca en ocasiones, café en otras- que contrastaba de manera simpática con su atuendo de cura: camisa negra y clergyman. García-Herreros, creador del espacio televisivo El minuto de Dios, que se ha sostenido desde el año de 1955, y gestor de una reconocida obra social que lleva el mismo nombre, podría ser santo de la Iglesia católica.
La Conferencia Episcopal le dio el visto bueno a la comunidad de San Juan Eudes (a la que él pertenecía) para que inicie los trámites en el Vaticano con el fin de que pueda ser proclamado santo.
En el barrio que él construyó en el occidente de Bogotá, donde también queda la sede principal de la universidad que beneficia a 80.000 jóvenes de escasos recursos económicos de todo el país, tal como él lo soñó, hay un museo en su honor.
Se destacan varios cuadros con su rostro, uno de estos del español Antonio Roda pintado al carboncillo, en 1969; su ruana blanca y motosa sobre un maniquí sin cabeza, el atril de madera color celeste donde todas las noches presentaba su programa, la cama bajita y delgada donde falleció el 24 de noviembre del 1992, a sus 84 años, sus chancletas de plástico y un óleo de san Juan Eudes que él mismo pintó.
A pocos metros hay una foto de la actriz francesa Brigitte Bardot, a quien él invitó a participar en su tradicional Banquete del Millón, una de sus tantas iniciativas sociales con las que recolectaba dinero para los más pobres, y que aún existe.
Tiene una leyenda que recuerda que la diva no pudo venir debido a inconvenientes en su agenda, después de aceptar, y que las señoras de sociedad le recriminaron al padre por convidar a tan refinado evento a una mujer que incitaba al pecado.
Más adelante, en un cajón de vidrio, aparecen los recortes de prensa que dan muestra de uno de los episodios más polémicos de la vida de este candidato a santo: su relación con Pablo Escobar.
El padre Diego Jaramillo fue el llamado a asumir sus riendas. Fue su alumno y discípulo, y lo acompañó hasta el fin de sus días. Por eso lo reemplazó como presentador de El minuto de Dios, al igual que en la presidencia de su corporación social.
De él exalta el carácter recio de nortesantandereano típico (nació en Cúcuta), una tenacidad a prueba de todo que le permitía lograr lo que se quería y el amor desbordado hacia Cristo y hacia los más necesitados.
"Amaba a Dios y al prójimo: él quería que aquí no hubiera pobres. Trabajó con los indígenas y con los campesinos. Sabía que no podía cambiar el país pero que podía ir cambiando algunas cosas, y así lo hizo", dice Jaramillo, quien considera que el puesto en los altares ya se lo tiene ganado por haber sido, según él, un santo en vida.
Por eso le parece injusto que ahora, cuando se anuncie el inicio del proceso de beatificación -que puede tardar varias décadas e incluso siglos- aparezcan voces que señalen a su maestro como amigo y benefactor del capo antioqueño.
"Él creía que, como todo ser humano, pese a su maldad, tenía una semilla de bondad que podía rescatar", afirma Jaramillo, y explica que el padre buscaba tres cosas al acercarse a Escobar: frenar la ola de violencia que desangraba al país, convertirlo en un hombre bueno y creyente, y que destinara su fortuna para su obra social.
Recuerda que, en su programa, se refería a él como 'don Pablo' y que le hablaba palabras cálidas, precisamente para convencerlo de que se entregara. En 1991 García-Herreros logró que el temido capo fuera encerrado en La Catedral; después vendría la fuga, a lo que él reaccionó diciendo que "ese chicharrón no me lo esperaba".
Jaramillo admite que el 'telepadre', como era conocido, recibió una finca de Escobar. Se llamaba El Corazón y quedaba en Medellín.
"Creo que fue una equivocación, se lo advertimos. Y él contestó: 'ya la acepté y será para los pobres'".
Dos años después, ya fallecido García-Herreros y Escobar, le apareció dueño a la propiedad y tuvieron que regresar el dinero.
"Esa finca solo trajo dolores de cabeza", sigue el padre, quien asegura, mirando al cielo y apuntando con el índice derecho, que eso fue lo único que recibió de Pablo Escobar. Sin embargo, recuerda que en su momento García-Herreros le reclamó al Gobierno los 150 millones de pesos que ofrecía de recompensa a quien diera información sobre el paradero del narcotraficante. Y no se la dieron -evoca-, porque ese botín era únicamente para quien lo delatara.
"Nadie puede demostrar que por aquí han pasado dineros mal habidos", enfatiza Jaramillo, y recuerda que gracias a esa 'supuesta' amistad logró que Escobar liberara a los periodistas Francisco Santos y Maruja Pachón.
"Si no fuera por el padre García-Herreros, no estaría vivo", comenta el exvicepresidente de la República Francisco Santos, quien califica de injusto que quieran enlodar el nombre del religioso al vincularlo con Escobar.
Él considera que, al acercarse al delincuente, hacía lo de todo buen pastor que buscar recuperar a una oveja descarriada.
"Nunca justificó el delito, ni el crimen, ni la droga. Aunque me parece una infamia que digan eso, era de esperarse en un país donde unos tiran la piedra y esconden la mano", suelta Santos, quien se declara desde ya como un soldado de la beatificación. "Si García-Herreros no es un santo, ¿quién lo puede ser?", se pregunta.

No todos lo veneran

Hay quienes no le prenderían una vela a García-Herreros, como el general en retiro Miguel Maza Márquez.
Él, a quien Pablo Escobar le hizo un atentado que cobró la vida de cerca de 70 personas y del que salió ileso, opina que habría que hacer una encuesta para determinar si Colombia quiere un santo como él.
"No me pareció el proceder de un pastor de la Iglesia, que es el de orientar a la sociedad; Pablo Escobar, en su escondite, siempre lo utilizó como un mediador", opina, y recuerda que, en uno de sus programas, se salió de la sotana y lo llamó 'pendejo' porque -afirma- era un promotor de la extradición.
El padre Bernardo Vergara también pertenece al redil de García-Herreros. Dirige la Fundación Eudes, que su mentor se ingenió para ayudar a los niños enfermos de VIH-Sida, y es el superior provincial de la comunidad eudista en Colombia.
"Claro que fue un santo; si no, mire todo lo que hizo". Se refiere a las más de 80.000 viviendas de interés social que ha entregado el Minuto de Dios (y que sigue entregando semanalmente); a la universidad, que brinda educación de alta calidad a jóvenes de estratos bajos y a otros programas, como los de la fundación que preside.
"Colombia merece un santo que sea un ejemplo de vida para estas y para las nuevas generaciones", comenta Vergara, quien recuerda que, en su programa, el padre García-Herreros era la conciencia de la ciudadanía.
"Le dolía la realidad. Hablaba sin tapujos sobre la corrupción, el narcotráfico y la guerrilla", recuerda.
La francesa Dominique Garelli y García-Herreros se conocieron en un tren, en España. Ella hablaba sobre toros con otro pasajero, y el padre la abordó sorprendido al ver que, una jovencita de 17 años, hablaba con tanta fascinación sobre ese particular.
Él le preguntó qué sabía sobre Dios; "nada": le contestó ella. Y así comenzó una amistad que la llevó a venirse para Colombia, donde se convirtió en auxiliar del sacerdote.
"Mi padre había muerto, estaba muy sola y desorientada hasta que Rafael me acogió como una verdadera hija y me enseñó que Dios existe de verdad", cuenta la mujer, que lleva más de 40 años viviendo en el país y que hoy colabora con una parroquia bogotana. "Era un hombre al que le ardía el alma por Cristo y por los más necesitados. Solo un santo puede ser así".



El verdadero héroe tras el rescate de Emmanuel Rojas

Juan Alberto Cuta fue el defensor de Familia que ordenó la protección para el hijo de Clara Rojas.
Publicado en EL TIEMPO el 2 de febrero del 2013.

Él sentía que pasaba algo extraño, que lo vigilaban y lo perseguían, y que lo podían matar. Y lo mataron. 
Se llamaba Juan Alberto Cuta Cadena y fue el defensor de Familia que rescató al niño que tenía en vilo a todo el país, al Gobierno y a las Farc, y a su madre: la entonces secuestrada Clara Rojas. Y murió sin saber que ese pequeño lleno de llagas, granos y cicatrices en la piel, que tenía el brazo izquierdo roto, que miraba siempre hacia el piso y que no hablaba, era Emmanuel.
Su caso, poco conocido en el país, reaparece a propósito de la polémica suscitada por la película Operación E, que narra la historia de Crisanto Gómez, el campesino que cuidó al niño por encargo de la guerrilla. Esta historia, rodeada de miedo y dolor, se remonta al 2006. Según quedó documentado en los archivos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Crisanto llegó al hospital de San José del Guaviare con el pequeño en sus brazos, muy enfermo. Al comprobar su grave estado de salud, el médico de turno alertó a la regional del ICBF. Ese es el protocolo que se debe seguir cuando se identifica a un menor que evidencia negligencia o abandono de sus padres o cuidadores. Fue ahí cuando Juan Alberto llegó al hospital y, al ver al niño en esas condiciones, ordenó que ingresara al sistema de protección infantil del Estado. Y no solo eso: lo remitió a Bogotá, donde recibió tratamiento especializado para curar la leishmaniasis, enfermedad causada por la picadura de un mosquito y muy común en la zona selvática colombiana, y que brota en llagas en la cara y en todo el cuerpo. También para tratar de curar el brazo del niño, que se afectó durante el parto. Todo eso, según el ICBF, pese a la insistencia de Crisanto para que se lo devolvieran. El hombre, que estuvo cuatro años en la cárcel acusado del secuestro de Emmanuel Rojas y de rebelión -delitos que asegura que no cometió "porque siempre estuvo presionado por la guerrilla"-, iba constantemente a reclamarlo.
Según el expediente del caso en el ICBF, Crisanto, en el exilio con su familia debido a las amenazas contra su vida, aseguró que el niño era su hijo y que se llamaba Juan David Gómez Tapiero. Luego empezó a cambiar las versiones, algo que reconoció más adelante. Llegó a decir, incluso, que era su nieto. Así que no era solo el evidente descuido del niño: se concluyó que Crisanto no era su padre. Dos razones contundentes para no devolvérselo.
Y mientras todos se preguntaban dónde estaba Emmanuel, él -entonces un niño de unos dos años del que solo se sabía que se llamaba supuestamente Juan David- recibía los cuidados y el afecto de una madre sustituta del Bienestar Familiar en Bogotá. Y su salud mejoraba notablemente. Mucho tiempo después vendrían las investigaciones y el anuncio del gobierno de Álvaro Uribe en el que se le informó al país que el hijo de Clara Rojas estaba sano y salvo en un hogar del ICBF.
También llegarían las pruebas de ADN realizadas con la familia de Rojas, en la que se comprobó que sí era su hijo, y el anhelado y emotivo encuentro entre la madre y el niño, el 13 de enero del 2008. Tres años atrás la habían separado de él, y el niño ya tenía cuatro.
Varios meses antes de que lo asesinaran, Juan Alberto empezó a pedirle a su equipo de trabajo, conformado por cuatro profesionales más, que lo acompañara en todas sus diligencias, sobre todo en lo que tenía que ver con el caso de Juan David. "No entendíamos por qué quería que lo rodeáramos, pues a simple vista no era necesario. Nos llamaba para todo. Cuando lo mataron, comprendimos por qué no quería estar solo", recuerda uno de sus compañeros.
Las cosas se complicaron cuando el defensor declaró al niño en condición de adoptabilidad, decisión que se toma al determinar que un menor protegido por el Estado debe tener un nuevo hogar porque en su familia no le garantizan sus derechos. Sí, Emmanuel estaba en lista para ser entregado en adopción.
El día de su muerte
Según el ICBF, el hombre le notificó esa decisión a Crisanto, siguiendo los trámites de rigor. Semanas más tarde, a las 7:50 de la mañana del 21 de septiembre del 2007, su cadáver fue encontrado en un lote baldío en la carrera 22 con calle 20 del barrio Bello Horizonte, en San José del Guaviare, según el certificado de defunción expedido por la Fiscalía 15 especializada de esa región del país. Lo degollaron. Una de sus compañeras describe la macabra escena: el cuerpo ensangrentado al lado de la moto en la que se movilizaba y la cabeza colgando apenas de un hilito de piel; a pocos metros, el maletín en el que cargaba sus documentos más importantes, entre estos, el caso Juan David Gómez Tapiero. Cuatro meses atrás, el defensor había cumplido 46 años.
Un hermano suyo viajó desde Bogotá a reclamar el cuerpo y a encargarse del funeral. Les dijo a las autoridades que Juan Alberto le había contado que estaba amenazado de muerte, que lo estaban persiguiendo, que temía por su vida y por su familia, y que no quiso pedir protección ni traslado. También le contó que todo tenía que ver con el caso de un niño que no había querido devolver a su supuesto padre. Sus compañeros de trabajo, según quedó documentado en el Icbf, empezaron a recibir amenazas. "Les dijeron que les podía pasar lo mismo, por no haber devuelto al niño", recuerda una alta funcionaria del Bienestar Familiar. A uno de ellos le cogieron la casa a tiros, dice otro documento de esa entidad. Estos trabajadores tuvieron que ser rescatados en helicóptero, junto con sus familiares. Los reubicaron en otras ciudades. Lo mismo pasó con la esposa del defensor asesinado y su hijo, entonces de cuatro años, y con su exesposa y sus otros dos hijos, de 12 y 8 años. Todos los que tenían que ver con él tuvieron que huir de San José del Guaviare.
Diego Molano Aponte, director general del ICBF, advierte que hasta la fecha no se han conocido los resultados de la investigación del crimen de este defensor de Familia. Pero, afirma, las evidencias y los hechos indican claramente que lo mataron por haber declarado en protección del Estado a ese niño que terminó siendo Emmanuel, el hijo de una secuestrada, en un momento histórico para el país.
Esas mismas evidencias señalan directamente a las Farc, aunque todavía no hay sentencia. Cabe aclarar que a Crisanto nunca lo vincularon con este crimen.
Un hombre hecho a pulso
Nadie quiere dar la cara para recordar a Juan Alberto Cuta. Aún hay mucho miedo. En su hoja de vida, en el CBF, aparece su formación académica y laboral, que deja ver a un hombre humilde que siempre quiso superarse. Bogotano de nacimiento, se graduó de bachiller del colegio Antonio Nariño, en la localidad del mismo nombre, en la jornada nocturna. Estudió Derecho en la Universidad Inca, donde trabajaba en la biblioteca para ayudarse con sus gastos. En 1993 ganó un concurso del ICBF que buscaba defensores de familia en el Guaviare. Y desde entonces trabajó en esa zona del país, 14 años, de la que nunca quiso salir.
Allí se casó dos veces y tuvo tres hijos. Gracias a su excelente desempeño, el ICBF lo apoyó para que hiciera una especialización en Derecho de Familia en la Universidad Externado de Colombia. También fue profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de la Amazonia. "Era un excelente trabajador y un hombre comprometido con los derechos de los niños. Pero ante todo, era una buena persona y un buen amigo", evoca una de sus compañeras, que lo describe así: "Medía 1,71 de estatura, era morenito, su contextura era gruesa, tenía una prominente barriga y se estaba quedando calvo".
Según Molano, lo que pasó con Juan Alberto es un reflejo del riesgo en el que vive la mayoría de los 1.115 defensores de Familia del ICBF. "Estos hombres y mujeres arriesgan su vida y su tranquilidad por proteger a los niños de este país", comenta. Según el despacho de gestión humana del ICBF, es cotidiano que reciban amenazas, insultos y hasta agresiones físicas por tomar decisiones que casi en todos los casos son impopulares o dejan descontento a alguien: por ejemplo, quitarle la custodia a los padres o a uno de ellos, o decidir que es mejor que el niño sea declarado en adopción porque en su propio hogar corre peligro. "Ya estamos acostumbrados a que nos traten mal y a que nos amenacen", cuenta una defensora.
Sin embargo, muchas veces las amenazas se concretan. Actualmente, según esta entidad, 19 defensores han reportado amenazas contra su vida en los últimos meses. "El trabajo de los defensores es peligroso, y lo peor, invisible", cuenta otra defensora al explicar que estos funcionarios viven en riesgo constante, sobre todo en zonas de conflicto armado y donde se desarrollan programas contra el reclutamiento de niños para la guerra. La mujer recuerda los casos más graves ocurridos en los últimos años: la bomba en la casa de una defensora de Familia en Ocaña (Santander), de la que salió ilesa porque no estaba allí; al funcionario de San Juan de Río Seco (Cundinamarca) que perdió un ojo tras recibir un machetazo de un hombre al que le notificó que había perdido la custodia de sus hijas, porque abusaba de ellas, y a la funcionaria del Amazonas que tuvo que ser trasladada a Bogotá porque la iban a matar y que hoy no puede tener correo electrónico ni contestar teléfonos. Y así, a diario, los defensores de Familia arriesgan sus vidas por defender a niños que no son suyos. Como Juan Alberto Cuta, el gran héroe y mártir del caso Emmanuel Rojas.
'Operación E' se verá primero en Cartagena
La película 'Operación E', que cuenta la versión de Crisanto Gómez mientras custodiaba al hijo de Clara Rojas por encargo de la guerrilla, por fin se verá en Colombia.
Después de un espinoso litigio jurídico emprendido por Rojas, que quería impedir que la cinta se exhibiera en el país porque vulneraba los derechos de su hijo, se estrenará el 24 de febrero en el Festival de Cine de Cartagena. La jueza Raquel Aya Montero consideró que la cinta no vulnera los derechos del pequeño.
A Cartagena llegarán el español Luis Tosar (que interpreta a Crisanto, en un papel que le valió el premio a Mejor actor en el Festival de Biarritz) y la colombiana Martina García.