La historia de José de Jesús Sierra, un humilde zapatero, llama poderosamente la atención porque, además de convivir con dos esposas bajo un mismo techo, es el bogotano con el mayor número de hijos. Tiene 15.
Publicado en El Tiempo el 24 de mayo de 2009.
JOSÉ ALBERTO MOJICA P.
REDACTOR DE EL TIEMPO
Las dos mujeres de José de Jesús Sierra están sentadas en uno de los cuatro viejos pupitres de escuela que conforman el irrisorio mobiliario de su
vivienda, ubicada en el noroccidente de Bogotá.
Luz Dary Torres y Esther García les ayudan a sus hijos con las tareas.
Mientras la primera recorta figuras de frutas de una revista, la segunda les
unta el pegante y las estampa en un cuaderno.
Así como comparten el marido, estas dos mujeres, de 36 y 26 años respectivamente, se ayudan con la crianza de los 15 hijos que suman entre ambas.
Sin celos ni rivalidades, Luz Dary y Esther han aprendido a sobrellevar lo
que les deparó el destino, o mejor, con lo único que les ha podido ofrecer
el hombre de sus amores: una casa de apenas 12 metros de largo por seis de
ancho, donde conviven apretujadas 19 personas.
También un gato regordete de frondoso pelaje gris claro que responde al nombre de Tomy, que se escabulle por entre la multitud de juguetones infantes que
parecieran reproducirse por donde uno quiera que mire.
Además de este triángulo amoroso y de las 15 criaturas, que van de los seis
meses a los 17 años, la suegra de las mujeres, Librada Valbuena, se fue a
vivir con ellos hace un mes.
En la casa, que Sierra levantó ladrillo a ladrillo en un lote baldío del que se apropió hace más de 15 años y que podría perder porque le apareció un supuesto dueño, hay tres cuartos con ocho camas; la sala con los pupitres de escuela y un patio con cuatro cuerdas repletas de ropa.
La cocina limita con la perrera Distrital, y por eso deben mantener
encendido el fogón de leña donde preparan la comida, para que el humo ahuyente los malos olores, los zancudos y hasta las pulgas de los molestos vecinos.
Al lado hay un mesón de madera con lo único que tienen de
reserva para comer: tres gajos de cebolla larga y cinco ramitas de cilantro de un verde desleído.
“Acá nunca hay mercado”, cuenta José , de 46 años, y quien se gana la vida en
una remontadora de calzado que funciona en una caseta de un metro cuadrado.
Los 25 mil pesos diarios que obtiene cosiendo zapatos apenas le alcanzan
para los gastos del día.
La historia Sierra, de figura desgarbada y bigote despeinado, no solo llama la atención por tener dos mujeres bajo un mismo techo. Es el bogotano con el mayor número de hijos, según la lista del Sisbén que maneja el Distrito.
No pudo con sus dos hogares
Hace 20 años que se conocieron José y Luz Dary; se enamoraron y se fueron a
vivir a la caseta, en medio de zapatos ajenos para remendar.
Luego vinieron los primeros de sus nueve hijos, todos de tez blanca y ojos claros.
Publicado en El Tiempo el 24 de mayo de 2009.
JOSÉ ALBERTO MOJICA P.
REDACTOR DE EL TIEMPO
Las dos mujeres de José de Jesús Sierra están sentadas en uno de los cuatro viejos pupitres de escuela que conforman el irrisorio mobiliario de su
vivienda, ubicada en el noroccidente de Bogotá.
Luz Dary Torres y Esther García les ayudan a sus hijos con las tareas.
Mientras la primera recorta figuras de frutas de una revista, la segunda les
unta el pegante y las estampa en un cuaderno.
Así como comparten el marido, estas dos mujeres, de 36 y 26 años respectivamente, se ayudan con la crianza de los 15 hijos que suman entre ambas.
Sin celos ni rivalidades, Luz Dary y Esther han aprendido a sobrellevar lo
que les deparó el destino, o mejor, con lo único que les ha podido ofrecer
el hombre de sus amores: una casa de apenas 12 metros de largo por seis de
ancho, donde conviven apretujadas 19 personas.
También un gato regordete de frondoso pelaje gris claro que responde al nombre de Tomy, que se escabulle por entre la multitud de juguetones infantes que
parecieran reproducirse por donde uno quiera que mire.
Además de este triángulo amoroso y de las 15 criaturas, que van de los seis
meses a los 17 años, la suegra de las mujeres, Librada Valbuena, se fue a
vivir con ellos hace un mes.
En la casa, que Sierra levantó ladrillo a ladrillo en un lote baldío del que se apropió hace más de 15 años y que podría perder porque le apareció un supuesto dueño, hay tres cuartos con ocho camas; la sala con los pupitres de escuela y un patio con cuatro cuerdas repletas de ropa.
La cocina limita con la perrera Distrital, y por eso deben mantener
encendido el fogón de leña donde preparan la comida, para que el humo ahuyente los malos olores, los zancudos y hasta las pulgas de los molestos vecinos.
Al lado hay un mesón de madera con lo único que tienen de
reserva para comer: tres gajos de cebolla larga y cinco ramitas de cilantro de un verde desleído.
“Acá nunca hay mercado”, cuenta José , de 46 años, y quien se gana la vida en
una remontadora de calzado que funciona en una caseta de un metro cuadrado.
Los 25 mil pesos diarios que obtiene cosiendo zapatos apenas le alcanzan
para los gastos del día.
La historia Sierra, de figura desgarbada y bigote despeinado, no solo llama la atención por tener dos mujeres bajo un mismo techo. Es el bogotano con el mayor número de hijos, según la lista del Sisbén que maneja el Distrito.
No pudo con sus dos hogares
Hace 20 años que se conocieron José y Luz Dary; se enamoraron y se fueron a
vivir a la caseta, en medio de zapatos ajenos para remendar.
Luego vinieron los primeros de sus nueve hijos, todos de tez blanca y ojos claros.
Pero hace 11 años conoció a Esther en una fiesta y desde entonces empezaron un
romance.
Cuando Esther quedó embarazada del primero de sus seis hijos, –todos de tez
morena y ojos oscuros– José decidió asumir su sostenimiento. Luego vinieron
los demás niños, hasta que su lamentable economía no dio para más.
“No podía abandonar a ninguna de las dos y menos a los niños”, cuenta el
hombre, quien en medio de semejante angustia tuvo que confesarles a sus dos
mujeres que su corazón y sus obligaciones las compartía con otro hogar.
Luz Dary recibió la noticia con resignación y sorpresa, y aceptó a la amante
de su esposo y a sus hijos en sus dominios. “No tuve otra opción que venirme
con mis hijos para esta casa”, comenta Esther, quien reconoce que al
principio sintió celos.
Pero hoy las dos se consideran, más que amigas, casi hermanas. “Ya somos una
sola familia”, narra Luz Dary, quien después de su más reciente parto, hace
seis meses se mandó a operar para no volver a quedar embarazada.
Ninguna de las dos se arrepiente de haber tenido tantos hijos, pero no
quieren que ellos repitan la historia. “Quiero que vayan a la universidad y
no pasen necesidades”, dice Luz Dary. Tanto ella como José y Esther,
romance.
Cuando Esther quedó embarazada del primero de sus seis hijos, –todos de tez
morena y ojos oscuros– José decidió asumir su sostenimiento. Luego vinieron
los demás niños, hasta que su lamentable economía no dio para más.
“No podía abandonar a ninguna de las dos y menos a los niños”, cuenta el
hombre, quien en medio de semejante angustia tuvo que confesarles a sus dos
mujeres que su corazón y sus obligaciones las compartía con otro hogar.
Luz Dary recibió la noticia con resignación y sorpresa, y aceptó a la amante
de su esposo y a sus hijos en sus dominios. “No tuve otra opción que venirme
con mis hijos para esta casa”, comenta Esther, quien reconoce que al
principio sintió celos.
Pero hoy las dos se consideran, más que amigas, casi hermanas. “Ya somos una
sola familia”, narra Luz Dary, quien después de su más reciente parto, hace
seis meses se mandó a operar para no volver a quedar embarazada.
Ninguna de las dos se arrepiente de haber tenido tantos hijos, pero no
quieren que ellos repitan la historia. “Quiero que vayan a la universidad y
no pasen necesidades”, dice Luz Dary. Tanto ella como José y Esther,
apenas estudiaron la primaria.
Esther, por su parte, afirma que no se ha mandado a operar porque,
Esther, por su parte, afirma que no se ha mandado a operar porque,
según ella, tiene problemas con la tensión. Está planificando.
El hombre más prolífico de Bogotá duerme solo en la sala y asegura que los
asuntos íntimos ya casi no le interesan. Y cuenta que para esos momentos
siempre busca, en medio de todo, algo de privacidad.
En lo mismo coinciden sus dos mujeres, para quienes la prioridad es la
crianza de los 15 niños. “Ya no me importa lo que haga o deje de hacer con
Luz Dary”, sostiene Esther, y afirma que las llamas de la pasión se le
extinguieron hace mucho rato.
José nunca buscó publicidad, antes de que los medios de lo abordaran.
Sin embargo, quiere que las autoridades y la comunidad lo ayuden
El hombre más prolífico de Bogotá duerme solo en la sala y asegura que los
asuntos íntimos ya casi no le interesan. Y cuenta que para esos momentos
siempre busca, en medio de todo, algo de privacidad.
En lo mismo coinciden sus dos mujeres, para quienes la prioridad es la
crianza de los 15 niños. “Ya no me importa lo que haga o deje de hacer con
Luz Dary”, sostiene Esther, y afirma que las llamas de la pasión se le
extinguieron hace mucho rato.
José nunca buscó publicidad, antes de que los medios de lo abordaran.
Sin embargo, quiere que las autoridades y la comunidad lo ayuden
para poder darle una vida más digna a su numerosa familia.
“Tenemos la comidita, pero nos falta de todo”, asiente el hombre, quien no
duerme tranquilo desde que le dijeron que podría perder la casa.
“Si me sacan de acá... ¿qué hago con toda esta gente”, se pregunta él.
También le preocupa la situación de Esteban, el mayor de los hijos que tuvo
con Esther. El niño, de 10 años, tiene un retraso mental leve y requiere una
operación urgente de labio leporino.
“Hay gente que nos mira con malicia, y se sorprende al ver que tengo dos
esposas y 15 hijos, pero nosotros somos una familia normal y pobre, como la
mayoría de colombianos”, concluye José.
“Tenemos la comidita, pero nos falta de todo”, asiente el hombre, quien no
duerme tranquilo desde que le dijeron que podría perder la casa.
“Si me sacan de acá... ¿qué hago con toda esta gente”, se pregunta él.
También le preocupa la situación de Esteban, el mayor de los hijos que tuvo
con Esther. El niño, de 10 años, tiene un retraso mental leve y requiere una
operación urgente de labio leporino.
“Hay gente que nos mira con malicia, y se sorprende al ver que tengo dos
esposas y 15 hijos, pero nosotros somos una familia normal y pobre, como la
mayoría de colombianos”, concluye José.
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