El Evangelio, según un niño predicador


Josué David predica, convoca, conmueve y convierte a cientos de personas. También dicen que hace milagros. Tiene solo 13 años y una fama creciente. Algunos dudan, otros lo siguen ciegamente. ¿Puede un adolescente convertirse en un fenómeno religioso?


JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO. Publicado en la revista Carrusel, de El Tiempo, el 26 de marzo de 2010.

“Le pondrás de nombre Josué David, porque nunca se apartará de mi tabernáculo”, escuchó que le susurraron al oído. Era Dios, anunciándole el nombre que llevaría su sexto hijo. Eso lo asegura Luis Alberto Parra, un barranquillero gordo y bonachón que con una voz rasposa y enredada narra que nada es casualidad en la vida de su pequeño varón.
Josué David apenas tiene 13 años, ha recorrido casi toda Colombia y varios países predicando el evangelio ante miles de personas. Ante públicos que quedan como congelados cuando lo ven allí, en el púlpito, con sus 1,50 metros de estatura, escupiendo profecías y repartiendo milagros. No es un niño común y corriente, está claro.
Es un niño predicador con un privilegiado don de la palabra, que recita capítulos de la Biblia como si fueran fábulas infantiles y se mueve en los altares con la destreza y el histrionismo de un curtido roquero; mientras revoluciona iglesias evangélicas y gana devotos con sus profecías, en las que garantiza la salvación de almas para el reino de Cristo y la sanación de toda suerte de enfermos.
Luis Alberto Parra está convencido de que su hijo es un profeta, y su hijo también lo cree. Muchos de los que lo ven piensan lo mismo. “La vida de Josué David es algo sobrenatural, es como cuando María fue escogida para ser la madre del Salvador; a mi esposa le han dicho ‘bienaventurado su vientre’ y, a mí, ‘bienaventurado usted que ha engendrado a ese niño’”, cuenta el hombre, que sin proponérselo deja ver un tatuaje azulado y añejo en forma de escorpión -acompañado de la palabra escorpión-, sobre el lomo de su brazo izquierdo. Una figura forjada punto a punto en tinta china, herencia de un pasado que no parece muy cómodo comentando. De un pasado de cinco años tras las rejas.
-Los que llegamos al Señor tenemos testimonio de la vida que llevamos antes. Ese tatuaje me lo hice cuando no conocía al Señor, cuando llevaba una vida licenciosa- dice.
-¿Y cómo era esa vida?
-Era una vida sin el Señor, propensa al diablo. Una vida de drogas y delincuencia- recuerda y no da más detalles. Luego se apresura a aclarar que un día conoció a Dios y su vida fue restaurada. Cuenta que hace 28 años él y su esposa Reina Isabel –sí, se llama Reina Isabel- (con la que lleva casado 32 años), se hicieron pastores de una iglesia evangélica en Barranquilla, su tierra natal. Ya tenían tres hijos y vinieron cuatro más después de que conocieron a Dios.
Todos, asegura convencido, tienen grandes habilidades para la alabanza y la oración, pero nada comparado con el don sobresaliente de Josué David: la más grande de las bendiciones por dejar tan oscuro pasado y por consagrarse a la vida cristiana.
El sermón de un niño evangelista
Ha transcurrido una hora y media y hasta el momento sólo he conversado con el padre. Mientras tanto, el niño permanece callado, jugando con un lapicero desechable que se pasa por entre los dedos de la mano derecha y leyendo, por minutos, las delgadas y amarillentas páginas de una de las dos biblias que reposan en la mesa donde trascurre nuestro encuentro.
Estamos en la plazoleta de comidas de un almacén de cadena de Bogotá. Josué David es flaco, de piel morena y por los rasgos de su rostro se podría confundir con un niño de la India. Pero es costeño y eso queda clarísimo en su acento chillón de adolescente.
Él vive con su familia en el populoso barrio Soledad 2.000, de Soledad (Atlántico), pegado a Barranquilla, pero hoy está de gira por la capital. Sus ojos son negros, negrísimos. Tiene estrabismo, lo que explica por qué su mirada es esquiva.
No lo recuerda muy bien, pero su inicio como pastor evangelista fue en casa. Tenía tres años. Acomodaba los zapatos y las muñecas de sus hermanas y decía, aún sin hablar con claridad, que esa era su iglesia. “¡Cristo te ama, arrepiéntete, el Señor ya viene, el Señor murió por ti y quiere darte vida eterna!”, trepado en una cama, le repetía el niño a su inanimado redil.
“Eso es de Dios”, interviene el pastor Antonio Duncan, a quien me presentan como el ‘coordinador nacional -e internacional- del ministerio pastoral del niño predicador Josué David Parra’, dejando en claro que la misión del pequeño tiene pretensiones globales. Duncan está atento, sigiloso mejor, a cada pregunta y respuesta de esta entrevista; habla en voz baja y mira por encima de sus lentes color café. Es más, en un momento me pide que le deje ver qué había escrito en mis apuntes.
Hoy Josué David aborda asuntos más complejos: “El tema de la evolución es muy tremendo. El hombre fue el que se la inventó, para desconocer la Creación de Dios. Yo no vengo del mono, yo vengo de Cristo y tengo su ADN”, dice el chico.
Esto lo comparte con el famoso niño predicador peruano Nezareth Casti Rey (hoy de 17 años), tal vez el pionero de los niños evangelistas, quien se convirtió en todo un fenómeno en YouTube (con cientos de miles de reproducciones de su video) y a quien conoció hace tres años en Barranquilla. Josué dice que le profesa una gran admiración.
Pero los temas polémicos tienen una amplia gama y el niño predicador colombiano también se va lanza en ristre contra los homosexuales. Afirma que son como son porque tienen un demonio por dentro, que con oración se podría expulsar.
“La palabra nos habla de que Dios creó al hombre y a la mujer. Ni los homosexuales ni los afeminados entrarán al reino de los cielos”. Cree, además, que el reciente terremoto de Haití es muestra de que pronto vendrá un juicio divino contra la humanidad.
-¿El fin del mundo, acaso?
-En sí, el mundo no se va a acabar, porque Dios lo volverá a crear. Dios limpiará la Tierra del pecado. A Haití le pasó el terremoto porque es un país que siempre le ha dicho no a Dios, un país que siempre anda en el vudú y la hechicería. Su debut fue en el resguardo indígena en Guaimaro (Sucre), a los cuatro años y su fama empezó a correr por la Costa Atlántica colombiana y luego por todo el país.
Ya ha visitado unos 20 departamentos y, en el 2008, traspasó las fronteras nacionales. Ha ido dos veces a Venezuela, también predicó en Ecuador y en la isla de Curazao. Actualmente están en conversaciones con iglesias de Chile, Argentina, República Dominicana, Costa Rica, Perú y con la mismísima China, a donde podría ir este año. -La gente me dice que yo no predico como un niño normal, la palabra que me da Dios es una palabra profética, una palabra madura, una palabra que estremece. La mía no es una palabra repetida-, explica el niño sobre el don que, según él, lo convirtió en predicador y, aún más, en profeta.
-¿Y como es eso de ser profeta?
-Yo soy un profeta, eso se siente. Estoy predicando y siento que en el público hay alguien con cáncer o una mujer que no puede tener hijos. Las llamo y las invito a recibir la sanación y se sanan.
-¿Acaso puedes sanar a la gente, hacer milagros?
-Yo, directamente, no. Dios me utiliza como instrumento. Una señora con cáncer en un brazo se le quitó una masa enorme, hay paralíticos que se han parado de sus sillas de ruedas y gente que se ha curado de sida.
-¿Y por qué entonces no te has sanado de tu problema en los ojos?
-No olvides que el apóstol Pablo tenía un problema tremendo en la vista –contesta el chico sin titubeos. Creo que Dios nos hace con defectos a algunos predicadores, para que no nos enaltezcamos-, añade.
Sin embargo, está seguro de que Dios le decretará la sanidad a sus ojos esquivos. Le pregunto a su padre si puede darme los datos de algunas de las personas que, según me dicen, han sido sanadas con el favor de Josué David. No tienen contacto alguno, no se han ocupado de registrar el inventario de favores que, supuestamente, ha hecho el niño.
La ceremonia: el niño predicador en acción
Al día siguiente Josué David se presentará en una iglesia del sur de Bogotá. “Mañana va a llover oro”, me dice. Tres días atrás, asegura, también llovió oro en el templo bogotano donde se presentó ante tres mil personas. “La gente cogió el oro entre sus manos, era oro de verdad, en polvo”, testifica el padre.
El niño predicador interrumpe la entrevista y pide permiso para levantarse de la mesa. Se acaba de tomar una Coca-Cola y quiere ir al baño. Cinco minutos más tarde regresa caminando despacio; se sienta, se rasca los ojos y se lleva las manos a la cabeza. “Me dio como un dolorcito”. -Qué te pasó, le pregunto.
-Seguramente fue un ataque del diablo, que no quiere que salga tu reportaje. Él (el diablo) no quiere que el mundo me conozca-, me advierte con pleno convencimiento. Son las 7 de la noche y poco a poco la Iglesia de Dios Pentecostal se empieza a llenar de personas ansiosas -como yo- por ver en escena al niño predicador.
El templo, de 15 metros de largo y 8 de ancho, de paredes blancas y sillas plásticas blancas, está ubicado en las empinadas cuestas del suroriente bogotano, en un barrio marginado que tiene un nombre que parece premonitorio para el evento: La Resurrección.
Está vestido con un impecable traje blanco hueso que le trajeron de la India, que se asemeja al atuendo de un cantante de música llanera. En el cuello redondo de la chaqueta lleva incrustaciones de fantasía y Josué David lamenta que varias pepitas se cayeron cuando la mandaron a la lavandería.
“El día que voy a predicar, oro mucho. En el altar soy yo, normal, pero las palabras no las tengo yo, Dios me las suelta, Dios me revela el mensaje y me conduce”, me dice e insiste en que todo lo que sucederá será obra y gracia del Espíritu Santo.
Sin embargo, enfatiza en que es muy disciplinado y que le dedica hasta cuatro horas del día al estudio del evangelio. “Cuando yo leo la Biblia, no sé, me da sueño. Prefiero escucharla, así siento que las revelaciones de Dios son más fuertes”, dice al confesar que sigue las Sagradas Escrituras a través de audiolibros. Lo dice sin reparo alguno, pues en el libro de Romanos está escrito que la fe entra por el oído.
La predicación: un tapete de gente convulsionando
El pastor de la iglesia da inicio a la ceremonia. Se llama Jairo Ramírez, es flaco y calvo, y luce un traje negro con una corbata plateada de satín. Sin mayores preámbulos y con emoción de maestro de ceremonias, anuncia que un pequeño gran profeta está presente entre el público y lo invita a subir al altar.
Josué David aprieta la Biblia contra el pecho y ora con los ojos cerrados. Su padre le habla al oído y le da una palmada de aliento en el hombro izquierdo. “Saluda a la persona que tienes a tu lado y dile: ‘te ves hermoso en la casa de Dios’”, son sus primeras palabras, que pronuncia con una voz suavecita. Y luego, de un solo grito y con una voz aguda pregunta: “¡¿Cuántos de los que están aquí viven en el reino de Dios?!”. Se escucha un coreado ‘amén’.
Invita a abrir la Biblia en Jeremías capítulo uno versículo 10, y anuncia que esa palabra hará que todos los presentes se muevan entre sus propios milagros. “El Espíritu me dice: Josué, voy a derramar algo poderoso, hoy van a abrirse los cielos. Hoy milagros van a pasar y quiero que toda la gente que sienta que algo especial va a pasar se acerque hasta aquí”.
Los presentes se levantan de sus sillas de plástico, oran con los ojos cerrados repitiendo las palabras del niño predicador con las manos abiertas apuntando hacia el cielo. “Oro está cayendo del cielo”, sentencia Josué David e impone su mano derecha sobre las frentes de los que alcanzaron a ubicarse en la privilegiada primera fila.
Todo aquel al que toca empieza a temblar como poseído, se desploma como un castillo de naipes y lo que sigue de ahí en adelante es un ejército de fieles desmoronado ante la presencia del niño predicador.
Su padre y su coordinador nacional -e internacional- lo ayudan -me explicarían más adelante-, a transmitirle el Espíritu Santo a los presentes a través de una palmada en la frente. El equipo de logística de la iglesia, muchachos con chalecos amarillos estampados con una espada cruzando el fuego y con el mensaje ‘Escuadrones del Dios viviente’, se encargan de evitar que los fieles se vayan de bruces o de espaldas. Detienen la caída y los descargan en el suelo, que se convierte en un tapete de gente convulsionando, llorando, gritando, como si estuvieran en trance.
Luego empiezan a levantarse. El niño predicador se mueve rápidamente por el altar y cada frase que suelta la acompaña con un brinco, agitando las manos, como disparando con su índice derecho. Se agacha, se arrodilla y se levanta con un salto. Es una fuente inagotable de energía. Y empieza, literalmente, a repartir milagros.
Invita a un hombre que, según él, tiene problemas económicos graves. Valga aclarar que estamos en un barrio de estrato uno, donde las necesidades no son cosa de unos pocos. Un sujeto delgado y de vistoso bigote se acerca; Josué David le toca la cabeza y él empieza a llorar y a temblar, y luego se derrumba mientras le augura que la falta de plata ya no será un problema.
“Hoy están pasando cosas sobrenaturales”, grita Josué David separando cada sílaba; lleva su mano derecha al estómago y zapatea fuerte sobre el altar de concreto. “Cristo caminó sobre las aguas, y nosotros vamos a caminar también en lo sobrenatural”, dice ahora, con una voz baja, agotada y ya disfónica.
La ceremonia empieza a extinguirse como la voz de Josué David, y él pregunta: “¿Saben por qué Dios le daba oro al pueblo?.... porque el pueblo le daba oro primero”. Y sigue: “Si quieres ser enriquecido, trae riquezas delante de tu rey, el rey de reyes, ven, ven, ven”.
Invita a hacer ofrendas que marquen la diferencia, que no sean monedas o un billete cualquiera. Pide que no sea una limosna como en la Iglesia Católica, porque según él Dios no es un Dios limosnero.
“Quiero que traigas el mejor billete que le quieras dar a Dios”, sigue invitando Josué David y la gente empieza a arrojar, sin dejar ver de qué denominación son, billetes en una caja de cartón de 80 centímetros de alto. Él pidió que le trajeran la caja porque la funda de tela azul gamuzada, dispuesta para tal fin, era muy pequeña según su concepto.
La gente lo mira con ternura y fervor: son los nuevos devotos del niño predicador. Josué David les pide a los muchachos de chalecos amarillos que cuenten el dinero y se lo entreguen al pastor Antonio Duncan. “Pero aquí no, en otra parte”, les dice en tono de regaño a los jóvenes que pretendían hacer las cuentas frente a toda la feligresía.
De retribuciones mundanas y divinas
El niño predicador no tiene tarifas. -Cuando vamos a predicar nunca vamos con la intención de pedir nada a cambio- asegura su padre, pero aclara que sí piden subsidiar los viáticos.
-Si el pastor da 50 mil pesos, nosotros lo tomamos con gozo- añade. -Pero hay otros que sí bendicen y son generosos- dice el niño. -A veces dan 300 mil pesos o 400 mil- comenta el pastor Duncan. -Un millón, dos millones- interrumpe el niño. -Nosotros no comercializamos con él. El obrero es digno de un salario y sea como sea él es un obrero de Dios- aclara Duncan con una voz tosca. -El dinero es para el estudio de él, para asegurarle el futuro a él, para sus gastos- interviene una vez más el padre. -Me gasto la plata en ropa, para mí y para mis hermanas, en cine, en helados- agrega el niño.
Por su peregrinaje evangélico, Josué David tuvo que salirse del colegio. El año pasado, cuando cursaba el séptimo grado, casi pierde por fallar tanto a clase. Ahora cursa octavo en un colegio virtual. Hay algo en lo que su madre le insiste: en que siga siendo niño.
Le teme a ataques de grupos satánicos y a las críticas despiadadas de los escépticos. Ya hay videos suyos colgados en YouTube, con comentarios de muy grueso calibre. La mujer dice que su hijo no es perfecto, que no vive en un cofre de cristal. “Es un niño normal, que de pronto tiene un don diferente, no es un extraterrestre”.
El psiquiatra infantil Cristian Muñoz no lo conoce. Sin embargo cree que es totalmente respetable que muestre dichas habilidades, porque ha crecido dentro de un contexto religioso. “Lo cuestionable tiene que ver con el discurso, que lo vendan y le hagan creer que es un profeta, que tiene capacidades sobrenaturales, que le entreguen tantas responsabilidades”, responde el especialista cuando le cuento que Josué David dice que intercede en milagros. “No hay que olvidar que es apenas un niño”, concluye Muñoz.
El pequeño predicador asegura que es un niño como los demás, que no se la pasa encerrado rezando. El fútbol es una de sus pasiones –juega de arquero-, al igual que los videojuegos y el Internet. También afirma que tiene muchos amigos y una novia. Sueña con ser pastor a los 15 años y para entonces tener una iglesia y un ministerio tan grandes que harán temblar las naciones.
Así también aspira a recorrer el mundo ganando nuevos devotos. Pero dentro de sus propósitos cuenta que también quiere enlistarse en la Armada Nacional y ser profesional, aunque todavía no sabe qué quiere estudiar.
Cuenta que hay cosas que lo deprimen: ver a la gente sufrir en la calle, ver a alguien a quien alguna vez le predicó y que no se convirtió. También se deprime cuando el Junior de Barranquilla, su equipo del alma, pierde algún partido. Lo dice y suelta una desparpajada risa infantil, dejando claro que, aunque habla y se comporta como un adulto, sigue siendo un niño de 13 años.
Josué David relata que su familia vive bien, pero sin lujos. “Lo único que me falta es un carro en mi casa. Yo le estoy clamando a Dios, le estoy orando a Dios y sé que me va a soltar una Grand Vitara, para poder llegar a todo lado”.
El pequeño evangelista se despide con un apretón de manos y me entrega su tarjeta personal: “Josué David Parra, niño evangelista-profeta”. El cartón lleva un mensaje que invita a hacer siembras o donaciones para que su ministerio llegue hasta el último rincón de la Tierra. A la salida de la iglesia venden CDs en los que Josué David aparece anunciando el evangelio, cada uno a 10 mil pesos.
Los nuevos devotos del niño predicador hacen fila para comprarlos, entre estos el hombre al que le profetizó que ya no tendría más problemas económicos.
A propósito de las profecías del niño predicador, nunca pude ver el oro qué, durante la convulsionada predicación, anunció que estaba cayendo del cielo.


Pueden ver los videos en el siguiente link:

http://www.citytv.com.co/videos/63868/predicador-cristiano-mas-joven-de-colombia

0 comentarios:

Publicar un comentario