'La tragedia en la mina valió la pena'


Edison Peña, uno de los 33 mineros rescatados, le contó a EL TIEMPO cómo fueron sus días bajó tierra y confesó que le inquieta su futuro y el de sus compañeros.

JOSÉ ALBERTO MOJICA P.
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
COPIAPÓ (CHILE)

La cortina de velo blanco se despliega y el cristal de la ventana deja ver, por pocos instantes, una vivienda modesta adornada con bombas de colores y carteles de bienvenida.
Una mujer se asoma y, ante la presencia de tres periodistas, dice que no moviendo de lado a lado su índice derecho. Los reporteros insistimos; ella aletea con la mano, como espantando moscas.
Después de esperar varias horas en la casa de Peña, uno de los 33 mineros rescatados de las profundidades de la tierra después de 70 días de enclaustramiento, parece mejor desistir. Era comprensible que no quisiera atender a la prensa, que prefiriera disfrutar de tan anhelada intimidad en familia.
De repente, justo a punto de partir, el minero de 34 años traspasó la puerta y dijo: "Chiquillos, quiero hablar con ustedes tres". Lo hizo, tal vez, al ver qué éramos pocos los periodistas apostados a su espera, que el enjambre de reporteros que lo perseguía desde que salió del hospital se había esfumado.
El hombre, de estatura mediana y rebosante de energía, se cobijaba del frío que hace en Copiapó con una chaqueta amarilla, y conservaba aún las gafas Oakley negras con las que emergió en la cápsula Fénix 2 en el turno número 12.
Peña, casado y sin hijos, se distinguió en el encierro por entretener a sus compañeros de infortunio con sus imitaciones de Elvis Presley y porque no paraba de correr. Cuando corría (unos 10 kilómetros al día), se imaginaba en la playa con su esposa Angélica, volando sobre el mar. Correr y creer en Dios fueron sus herramientas de salvación.

¿Cómo se siente?
Estoy recaliente con algunas cosas que quiero decir para que no vuelvan a pasar estas cosas. Tuvo que pasarnos a nosotros esta tragedia; creíamos que íbamos a morir. No estoy siendo un comunista, pero ahora quiero defender a todos mis compañeros mineros. Esta tragedia tenía que pasar para que quedara la lección.
¿Por qué dice que la tragedia tenía que pasar?
Sí, para que se mejoren las condiciones de los mineros de Chile, que corren peligro por falta de seguridad. ¿Se podía evitar esto? Claro que sí. El empleador siempre quiere guardar su dinero; pero, ¿qué pasa con la parte obrera? El empleador dice: métete al cerro. ¡Pero está sonando el cerro!, responde uno. Y ellos contestan: métete igual, métete igual. Por eso, esta tragedia valió la pena.
¿Qué piensa del rescate?
Quiero explicar que no es tanto por el discurso que escuchamos de las perforadoras, del dinero que se invirtió: yo voy a otro lado. Voy a la parte que por ósmosis o por inducción nos transmitió la fe y la energía. No doy las gracias a ese discurso pobre de la maquinaria. Lo que nos salvó fueron las oraciones de toda la gente humilde. A mí por lo menos eso me llegó.
¿Cuál fue el momento más difícil?
Todos los momentos fueron difíciles. Cuando quedamos encerrados, creí que moriría. ¿Sabei lo que es eso? Lo que nos pasó fue bien fuerte. Recuerda que las 'palomas' (medio por el que les llegaba la comida) llegaron mucho después de que nosotros ya estuviéramos dentro de la mina (17 días).
¿Cómo fue el accidente?
No puedo dar declaraciones en cuanto al accidente, porque eso interfiere en nuestra parte legal. Sólo quiero hablar de cosas personales y del miedo que siento.
¿Por qué tiene miedo?
Miedo no tengo de meterme a la mina de nuevo. Tengo mucha rabia y quiero que me perdonen mis correligionarios. No me gustaría que en dos o tres meses me entrevisten de nuevo y me pregunten si soy uno de los 33. ¡Sí, po!, diría yo. Y que me pregunten qué estoy haciendo y yo conteste: Nada, po. No quiero que terminemos vendiendo dulces en la plaza, y que el Estado no haya hecho nada, que las cosas con los mineros no mejoren. Tengo harto miedo de eso.
¿En algún momento perdió la fe?
Siempre estuvimos con fe de luchar, de esperar en pie las cosas, que nos podían salvar; nunca perdí la fe en mi padre Jehová. Creo que sufrí todos los embates que eso significó.
¿Qué mensaje quiere transmitir?
La vida nos tiene un nuevo remezón y es quererse más con las personas que queremos. Esto es una miel derramada y creo que a todos les va a servir. Nosotros fuimos el instrumento para que la gente diga: ¡Hey!, puedo visitar más a mi padre, a mi madre, a mis hermanos.
¿Y ese mensaje para quién es?
Para toda la gente que trabaja y que estudia, a los que no tienen empleo, a la gente que oró, estoy muy agradecido; esa es la gente que se merece que nosotros estemos afuera.
¿Por qué corría tanto?
Quería hacer deporte, para soportar lo que estaba pasando, no quería ser el Iron Men de la mina; quería corresponder al esfuerzo de tanta gente que estaba orando por nosotros. ¿O usted cree que yo estaba sentado esperando las perforaciones? No, compadre. Yo estaba corriendo y por eso estoy así de flaco, yo soy mucho más gordo. Seguro, por estas calles también me van a ver corriendo. Siempre me han dicho chalao (loco).
¿A qué quiere dedicarse?
Mi futuro es incierto. No soy ningún precursor de estas ideas de la superación. Pero hay algunas proposiciones de ser monitor de la parte motivacional y en eso estoy muy interesado.
¿Qué piensa del trato de celebridades que les están dando?
Yo no soy ningún artista, estoy hablando para que esto no pase nunca más: ni en mi país ni en el mundo. Tu me cachai lo humilde que soy. No soy un tipo farandulero, no voy a hacer un show. Imagínate, yo imito a Presley (Elvis), pero no quiero hacer payasadas.
¿Cuál es su principal lección?
La humildad, yo no soy nadie; soy un tipo al que le pasó esta huevada y ya.

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